Hay sonrisas de alegría, sonrisas de felicidad y algunas también de tristeza. Las hay de sorpresa y de resignación. Hay sonrisas que matan o otras por las que uno (y una) sería capaz hasta de morir llegado el caso. La risa es una de las pocas cosas que distingue al humano del resto de animales una vez que está científicamente comprobado que las hienas no se ríen, o no al menos con ánimo de hacerlo. Por eso dicen que el sentido del humor, ese que se parece tanto al común pero con risa, es uno de los signos inequívocos de inteligencia. La risa, la risa buena, puede ser de muchas cosas, pero siempre es franca. La falsa, claro está, no. Esa es mala porque es inquietante. Porque nunca se sabe de dónde procede. Tal vez por eso se hace tan raro ver a la infanta Cristina entrando y saliendo del juzgado a mandíbula batiente. Porque uno (y una) se pregunta de qué se estará riendo y, lo que es peor, de quién. Y la respuesta, acordaremos, tiene más bien poca gracia.