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Esther Díaz y el escarnio

El jardinero Eneka del palacio azul de los ingenieros belgas sabía todo lo que sabía y seguramente también lo que no gracias a una única lectura: la de una enciclopedia que leía y releía, gracias a la cual lo mismo era capaz de arreglar una hortensia que el mismísimo mundo, ese que tan falto está hoy de ‘enekas’. Nació el jardinero en la prodigiosa cabeza de Fulgencio Argüelles y vivió y vivirá para siempre en una cuenca minera del siglo pasado que nadie cuenta tan bien como el escritor de Cenera, probablemente porque su intención no sea esa; pero eso lo que es ya es otro tema. Es la misma cuenca, que ahí iba, en la que debieron vivir los abuelos de Esther Díaz, la consejera de Bienestar Social del Principado, exconsejera desde esta misma mañana, que abandona su cargo por, entrecomillo que es textual, “el escarnio público” al que han sido sometidas ella y su familia en los últimos días.

Llama Esther Díaz “escarnio público” a una sucesión de informaciones publicadas por este mismo periódico que empezaron con esto: “Una empresa de la consejera de Bienestar y su marido participó el grandes obras del Principado”. Siguieron con esto: “La empresa de Esther Díaz y su marido trabaja en la obra del geriátrico de Riaño adjudicada por su consejería”. Pasaron por esto: “Davelco trabajó en obras del Ayuntamiento de Langreo con Esther Díaz como alcaldesa”. Naufragaron en esto: “El Gobierno elude el respaldo público a la consejera Esther Díaz”. Caldeó Javier Fernández, sin querer -qué se sepa- sin menciones y sin alusiones, con esto otro: “Si todos tomásemos conciencia de la ética pública no sufriríamos escándalo tras escándalo”. Y remató la propia Esther Díaz yéndose a su casa.

Y estos son titulares de la primera página de este periódico. Son informaciones, esas por las que nuestros lectores nos pagan 1.30 euros al día o por las que se conectan a nuestra página web. Si Esther Díaz hubiera tenido a mano el diccionario de Eneka podía haber comprendido fácilmente que un escarnio es otra cosa, concretamente una “burla muy ofensiva y humillante que se hace con la intención de herir y ofender”, según dice la siempre sabia RAE. Y en esta lista de titulares, ni uno solo desmentido, no hay una sola burla ni, naturalmente, ninguna intención de otra cosa que no sea informar. Para eso están los periódicos. Aunque a veces se nos olvide. Algunas con razón.

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por María de Álvaro

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