Que fueran 300, justo 300, los abonos que le faltaban al Juanfersa para volver a Asobal es casualidad. O no, porque la mala suerte existe y es puñetera, pero la buena normalmente hay que salir buscarla. Hay que trabajársela. El Juanfersa sabe lo que es ser 300 frente los numerosos y bien alimentados ejércitos de Jerjes. Y sabe enfrentarse a ellos. Ha sabido siempre. Porque esa es precisamente su identidad, la de su coraje, la de dar la batalla con lo que se tiene. Y hasta con lo que no. O sobre todo con eso.
Desde que este equipo empezó hasta hoy han pasado muchas cosas. Y en todas, en las buenas, en las malas y las regulares, estos locos del balonmano -o locos a secas- han demostrado que saben luchar cada día como luchó Esparta en las Termópilas. En la cancha y en lo que no es la cancha. El resultado es lo de menos. Siempre lo es, aunque esta vez haya sido el mejor de los posibles. El deporte, el mundo necesita héroes. Y ellos lo son.
Gracias. Gracias por no perder jamás la fe, que, al final, siempre es más poderosa que la esperanza. Gracias por demostrar que el valor y el esfuerzo siguen siguen siendo importantes ahora que la civilización de Occidente se nos escapa por el sumidero. Por eso y por llevarnos de vuelta a Asobal, qué coño.