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Dolors (en día electoral)

Algunas de las mejores risas de mi vida me las han regalado Eduardo Mendoza y Onán Sugrañes; algunas de las lágrimas más gordas, los Manel verset a verset. He crecido con Marsé y con Montalbán, con algunas de Serrat y hasta de Lluis Llach. El pan con tomate es tan mi desayuno como lo son unes fabes mi comida y en mi nevera siempre, pero siempre, ha habido y hay una botella de cava. Por si acaso. Por si hay que celebrar que hoy ha amanecido otra vez o algo. El mediterráneo fue mi mar muchos veranos pese a ser cantábrica, muy cantábrica, y alguna vez, lo reconozco, he animado al Barça, jamás, naturalmente, frente al Sporting. He hablado catalán -cataclán, en mi caso, con más voluntad que tino- en la intimidat, como aquel. Y he querido y quiero a más de un catalán y de una catalana. Lo digo porque ya que parece que lo que hoy se vota son sentimientos y no política, ya que el mensaje interesado y orquestado por unos pocos parece haber calado tanto, con la inestimable colaboración, claro está, de sus contrarios: más por inacción que por acción, ya que se ha creado un problema donde no lo había, a lo mejor es momento de decir que, pase lo que pase esta noche, somos muchos a este otro lado de la frontera los que nos sentimos cerca y hasta del mismo país (con perdón) -de idéntica ‘familia’- de Cataluña, incluidas esas gentes que están convencidas de que España les roba. Porque no es cierto. Claro que para qué hablar ahora de líneas de financiación del Estado o de incumplimientos de déficit. Ahora que de eso ya no estamos hablando.

 Ningún francés se avergüenza de serlo. Ningún brasileño, ningún tanzano. Ni siquiera los alemanes parecen tener problemas de identidad a pesar de lo oscuro, oscurísimo, de su pasado reciente. Tal vez porque ellos tuvieron juicios en Nuremberg y nosotros (sí, nosotros, porque tenemos un larguísimo pasado en común) solo pusimos un par de tiritas para seguir adelante después de todo aquello y de tanta sangre y de 40 años tan largos. Pero lamentarse de lo que ya no tiene remedio no es que sea absurdo, es que es una pérdida de tiempo. Me pregunto si en esto todavía estamos a tiempo o ya es demasiado tarde. Si no tendremos que conformarnos con pedir la última al cantant. Pero, eso sí, a ver si puede ser “un que sembli impossible que pugui acabar”. Como la Dolors. Ay. 

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por María de Álvaro

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