Berlusconi quiere impedir que nadie le mangue la cartera a los italianos. Nadie a excepción de él mismo, claro. Y ha sacado al ejercito a la calle, que ya se sabe que en Roma en agosto la competencia es dura. Y con tanto extranjero escaleras arriba y abajo de la piazza de España la cosa se pone fea. De todos es sabido que el extranjero tiene una predisposición innata al crimen. Y ya si el extranjero es, además, negro y/o gitano, peor, que ya dejo dicho Hitler que la genética tiene mucho ver en el comportamiento humano.

Tiene una cosa buena Berlusconi, y es que, como un buen novio, nunca deja de sorprenderte. Vamos que a mí sale mañana vestido de legionario y con una cabra y se pone él mismo a patrullar Palermo y lo veo. Me pasa como con Barral, que por más harta que esté de verlo en el Molinón, hoy me lo enseñan en la primera de El Comercio sin la rojiblanca y es como si acabase de conocerle. Tengo una amiga que dice que si la próxima temporada ‘se la dan y no mete gol’, que ella que se ofrece de voluntaria. Y pa lo que haga falta. Lo dice ella. A mí, que me registren. Que yo de fútbol no entiendo.