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La tristeza de la chica de los patines

“Aunque esté muy de moda ser optimista, hoy, si queréis, os podéis dejar llevar por la nostalgia y la tristeza. Os podéis dejar llevar por la melancolía y así me acompañáis un rato”. Eso dijo Mai Meneses cinco minutos después de subirse al escenario de la sala Acapulco. Eso dijo una vez que había cantado muy despacio que ‘ya no llora lo que ya ha perdido’. Pero siguió llorando. Porque el concierto de Nena Daconte del viernes en Gijón fue de todo menos alegre. Vamos que la chica en patines que se ha llevado el premio de la Academía de la Música por el mejor videoclip del año y, por ende, el de la mejor canción, no apareció por ninguna parte.

Empezó la cosa con la media hora de retraso de rigor y con Kim Fanlo y la Meneses apenas acompañados de un tercero en discordia, David Soler, encargado de un teclado que, de tan acústico que resultó todo, apenas si marcó allí su presencia. Ella, camisa negra, falda de colores, cara de niña buena, voz de niña dulce, pero definitivamente sin los ojos de pájaro feliz que dice García Marquez que tiene la Nena Daconte de su cuento, se encargó de encadenar una canción con otra. Se encargó de mezclar sus ‘zapatos perdidos’ con sus ‘retales de carnaval’ para tejer un traje tal vez más a su medida que a la del público, que vio sus ganas de ‘pop feliz’ frustradas con versiones rebajadas de revoluciones de ‘Esta noche’, ‘Mentiras’, ‘El Aleph’ y hasta su popular ‘Idiota’, el gran éxito de su primer disco. Pero fue sin duda ‘Tenía tanto que darte’, última antes de los bises y cantada apenas 45 minutos después de que todo hubiera empezado, con la que Mai Meneses dejó claro que el que hubiera ido al Casino a pasarlo bien sin más podía ir cogiendo la puerta. Su versión, delicada y dulce pero seguramente más lenta de lo que nadie podía esperar de la canción más tarareada del año, dejó a muchos, digamos, desconcertados y a otros pidiendo “dale más caña”. Pero nadie sobre el escenario tenía el viernes en Gijón ganas de caña

Ni una pega técnica, ni una pega a una voz preciosa y hasta prodigiosa si se quiere, ni una pega si lo que se pretendía era, efectivamente, dejarse llevar por la tristeza y la melancolía. Mai Meneses lo prometió y lo cumplió y dejó su ‘pop feliz’ para otro día, tal vez para conciertos en plazas de toros y campos de fútbol. Habrá que verlo.

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por María de Álvaro

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marzo 2009
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