Sin ánimo de querer enardecer más los ánimos, reconozco que el Valladolid está en todo su derecho de mandar cuatro entradas a Gijón y de que cada una de las cuatro cueste, un suponer, un millón de euros. No digo nada. El libre mercado es lo que tiene, que a veces resulta injusto. Pero es lo que hay. Lo que ya no creo que se atenga a derecho es lo de cerrar las fronteras. Y, me explico. Hasta donde yo sé, un español por el hecho de serlo puede moverse por su territorio con libertad. Puede moverse, de hecho, por toda la Europa comunitaria, que mira que es grande. Y hasta donde yo sé, la justicia preventiva hasta el momento es cosa de Guantánamo y de aquella peli de Tom Cruise. Se me escapa en que parte de la Constitución o del Código Penal figura que el alcalde de Valladolid pueda vetar la entrada en su ciudad a un gijonés. O a 1.500. El caso es que yo, querido alcalde, pienso pasar en su pueblo el fin de semana. Y voy a hacerlo con la única intención de animar a mi equipo, no de pasar la noche en Comisaría. Que lo sepa.