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Esto está hecho

Los efectos colaterales y/o secundarios del desplazamiento a Valladolid (ahora podría preguntarme por qué cuándo uno va a ver un partido, no viaja, se desplaza, pero no voy a hacerlo que se me va el santo al cielo), el caso es que los efectos colaterales y/o secundarios de la excursión o como quiera que pueda llamarse me han impedido escribir hasta hoy. Los traumas es lo que tienen, que le marcan a uno (y a una) seguramente mucho más de lo que uno (y una) siquiera llega a percibir. Porque el partido del sábado en Valladolid fue eso, un trauma, independientemente de su final feliz. O precisamente por eso. Así que yo hoy oigo a Keita decir que ”Alá ha decidido el destino de la final de la Champions” y voy y le entiendo. Hay veces que lo único que nos queda es la fe. En un médico, en un equipo, en nosotros mismos o en un milagro. Y yo de siempre he creído en los milagros. La primera demostración empírica la tuve el día en que el Alavés le metió dos en el descuento a la Real el año pasado. La segunda, viendo al Sporting ganar al Valladolid con el portero pucelano haciendo de delantero, más que nada porque en su portería no tenía nada que hacer. Se aburría el hombre. Juro que los diez minutos finales no mire al campo. Sólo al cielo.

Cuando todo acabó y más agotada que si yo misma hubiera corrido por la banda, el chaval que tenía delante se dio la vuelta, me miró con los ojos huecos, completamente pálido y me dijo:

-Joder, tía, lo que nos queda…

Nada, chaval, no nos queda nada. Rezar otro poco, que para eso somos del Sporting y creemos en los milagros. Otra cosa no se explica.

PD. Señor presidente del Valladolid: lo de cachear a los aficionados del equipo contrario queda feo. A las aficionadas, también. Lo de encerrar a los aficionados del equipo contrario durante media hora como si fuera ganado estabulado pues, mire, ofende un poco. Y lo de obligarles a esconder bufandas y banderas si no querían pasarse otra hora a la fresca en un descampado junto a su campo, pues hasta más. Afortunadamente, y una vez que los aficionados del equipo contrario dejamos de ser presuntos terroristas para convertirnos simplemente en aficionados del equipo contrario, todo volvió a la normalidad. Valladolid está llena de buena gente. Doy fe.

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por María de Álvaro

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