Paloma Cuevas me parece una hortera; Doña Letizia, una sosa; Isabel Preysler, Tutankamon y Carla Bruni, un bellezón sin alma. O sea, no tengo ni idea de moda. Lo digo porque todas ellas aparecen siempre en las listas de las más elegantes. Lo digo para que quede claro que en esto del vestir, las opiniones son, igual que para todo lo demás, como los culos. Cada uno tiene el suyo, que decía el otro. Así que lo que me parezcan los modelitos de las niñas de ZP a mí o a usted no va a ninguna parte. Que las niñas sean góticas, que sean siniestras, que les molen las Dr Martins, que se pongan muñequeras a los Sid Vicious o que se mueran por los huesos de ese adolescente que se pinta los labios y es el prota de ‘Crepúsculo’ a mí me da igual. O debería. Y me explico.
Me daría igual si las niñas se vistieran de negro para ir, por ejemplo, al insti o de botellón. Me daría igual incluso que fueran con esa pinta a ver a su abuela, por más que a su abuela le diese el mismo paraflús que le daría a la mía sin ir más lejos. Otra cosa es que se customicen de esa guisa para ir de visita oficial a ninguna parte. ¿Por qué? Por lo mismo que no se va en chandal a una boda o con pamela al gimnasio. Porque no.
Dicho esto, quiero dejar claro que de siempre me ha parecido ejemplar el ‘uso’ que ZP y señora hacen de su prole. O sea, ninguno. De siempre me ha parecido ejemplar no tener ni idea de cómo son Alba y Laura. Hoy mismo me he enterado, por cierto, de cómo se llaman. Y me parece igual de ejemplar. Pero la foto de la discordia, el tema de conversación de este viernes (y de esto doy fe, que acabo de llegar de la peluquería) no es ni a las puertas del insti, ni en un botellón, ni en el portal de la abuela. Ni siquiera es de vacaciones con papá-presidente. La foto es en un acto público al que papá-presidente las llevó porque quiso. La foto es en un ‘pool’ en el Metropolitan organizado por la mismísima Casa Blanca y yo no he visto ninguna pistola que apunte a nadie para posar.
O sea y en resumen, que Zapatero no es Belén Esteban, que sabe perfectamente cómo se protege la intimidad de los menores. Y esta vez ha sido él y sólo él quien la ha vulnerado. Lo demás, es matar al mensajero. Y eso si que es un clásico que no se pasa de moda.