Asuntos que no vienen al caso me han traído a convertirme en residente temporal en la muy noble ciudad de Bilbao y a compartir días y alguna que otra noche con un grupo que, sin ser un chiste de esos en los que va gente en un avión y no hay paracaídas para todos, se compone de varios vascos, dos catalanes, un pucelano, un malagueño y servidora, asturiana de nacimiento y militancia. Hasta ahora no hemos tenido ningún problema lingüístico ni de identidad nacional y, de momento, no hemos tenido que recurrir al inglés ni al esperanto para entendernos. Básicamente porque todos hablamos castellano. O español, que viene a ser lo mismo.
Lo digo porque por aquí el Gobierno de Patxi López ha levantado en armas a las ikastolas al decir que las dos lenguas cooficiales del País Vasco iban a tener idéntico rango y por ‘amenazar’ con impartir Historia de España y no sólo de Euskal Herria. Dicen las ikastolas, y copio literal de su declaración pública de ayer, que se busca imponer “el adoctrinamiento nacionalista español” en las aulas vascas e impulsar la empatía “hacia algunas víctimas, borrando” a otras, como las de los “excesos policiales”.
Yo no sé que más se puede añadir a esto. Sólo que menos mal que cuando se juntan varios vascos, dos catalanes, un pucelano, un malagueño y una asturiana y no hay intereses políticos de por medio se puede convivir y hablar el mismo idioma (literalmente y, por supuesto, también sin literalidad). Y ahora habrá alguno que me llame fascista.