X tiene siete años y un par de ojos que ya apenas distinguen sombras. Le gusta Triqui porque es “azul y peludo, aunque algo tonto” y el Sporting “pero no el fútbol”. X es feliz. O por lo menos lo parece. X no tiene familia. O, mejor dicho, no tiene una familia convencional. X vive con su hermana, otros cuatro niños y dos ‘profes’ en uno de los pisos de Nuevo Futuro de Gijón. Nuevo Futuro es esa ong de señoras con perlas que hacen rastrillos. Y a mí, así de mano, las señoras con perlas que hacen rastrillos no me parecen ningún paradigma de la solidaridad. Pero es más que probable que X no esté de acuerdo conmigo. X tiene nombre, pero le llamo X porque las señoras con perlas que hacen rastrillos no se dedican a exhibirle para que todos veamos lo buenas que son. Luego están Álvaro de Maricharlar, y Sofía Mazagatos, y no sé cuántos famosos más, que se disfrazan de personas que no tienen dónde caerse muertas (no digo vagabundos porque en el Diccionario de la RAE eso es un “holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro”) y lo llaman también solidaridad. Y no es lo mismo. No se parece nada. A lo mejor ha llegado el momento de que no valga todo en la tele. A lo mejor lo de Escassi encerrado con 20 rubias de bote resulta pareciéndonos hasta elegante y educativo, tipo documental de la BBC. A lo mejor o seguro.