Se abre el telón y aparece un grupo de políticos machos (tómese esto tipo documental de la BBC, o sea, sin ánimo de ofender). La mitad son alemanes y la otra mitad, un suponer, africanos. Celebran una cumbre. Se cierra el telón. Se vuelve a abrir y entre el grupo de machos aparece una hembra (tómese igualmente tipo documental). Es la presidenta del Gobierno alemán clausurando la cumbre. La dejan entrar a ella, sólo a ella y sólo por eso. Porque es la presidenta. No va a llevar cafés ni a barrer ni nada de eso, ninguno osa tocarle el culo ni ninguna otra parte de su cuerpo. Vuelve a cerrarse el telón. Pese a que Froilan Merkel no sufre ningún tipo de agresión, siquiera un piropo ‘andamiesco’, la pregunta no es cómo se titula la película. La pregunta es si no suelta la película cierto tufo machista. O un ‘fedor’. Si no parece un argumento previo siquiera al nacimiento de los buenos de los hermanos Lumiere.

Ahora supongamos que se vuelve a abrir el telón y en vez de un grupo de políticos machos aparece un grupo de políticas hembras y, en medio de todas ellas, un presidente del Gobierno, macho él esta vez. Está solo por lo mismo que la presidenta en el caso anterior. Por lo que tiene o deja de tener entre las piernas. ¿Qué diferencia el caso ‘número A’ del caso ‘número B’, que decía un amigo mío, de Letras, claro? ¿Nada? A ver si voy a ser un tío. O un tío machista que es mucho peor.

Bibiana, querida, ya vale, por fa, que nos pasamos la vida dando explicaciones por tu culpa.

PD. Y por si hay alguna duda, yo a Camps tampoco le hubiera invitado. Pero no por llamarse Francisco. O ‘amiguito-del-alma-te-quiero-un-huevo’ en la intimidad.