Nunca corrí delante de los grises. Me hubiera encantado, pero me pasa lo mismo que a Pajín con los Gal: era pequeñita. Tampoco pude ir a ninguna manifestación contra Franco. No es que no hubiera nacido, es que tenía un año cuando murió y yo, que de tan precoz empecé a caminar con nueve meses (o eso cuenta mi madre) no tenía equilibrio suficiente para andar y sostener una pancarta. Cuento todo esto porque en mi vida vi coartada mi libertad. Hasta hoy. Estoy escribiendo este post desde EL COMERCIO. Aquí trabajo y aquí llevo todo el día, como el resto de mis compañeros (casi todos) con un único objetivo: contar lo que pasa. O sea, lo de siempre.

El periódico está listo, lo que no sé es si nuestro trabajo saldrá en algún momento a la calle. Mientras escribo estas líneas, los piquetes crecen. Dicen que no nos dejan salir, que mañana (hoy ya) no hay periódico. Me pregunto dónde está mi libertad. Nuestra libertad. Me pregunto dónde estará mañana (hoy ya) la libertad de quienes quieran abrir sus negocios. Me pregunto dónde estará mañana (hoy ya) la libertad de quienes quieran que sus fábricas sigan funcionando. Me pregunto dónde estará mañana (hoy ya) la libertad de quienes ven en esto un pulso de poder que poco o nada tiene que ver con los derechos de los trabajadores. Me pregunto si los que estamos ‘en huelga’ por obligación vamos a contar en la estadística apoyando una movilización que no apoyamos.