De todas las noticias malas, de todas las extrañas, incluso de todas las sorprendentes del periódico de hoy, solo hay una definitiva: es la esquela de una niña de once años. Ni la conozco ni la conoceré nunca, pero al lado de la contundencia de esa pequeña mancha de papel que certifica la muerte de una niña de once años se hace raro preocuparse por unas elecciones anticipadas, por unos partidos políticos enfrascados en sí mismos, por un sainete que bien podría titularse ‘El ala oeste de la Casa de la Guasa’. Se hace raro que importe si el Sporting sube o baja, si Preciado no debería haberse ido así, si no debería haber salido antes y por otra puerta, la grande. Se hace raro pensar si el carbón tiene futuro o el futuro está en las renovables o las renovables tienen el mismo futuro que tuvo el VHS sobre el beta o el CD sobre el vinilo. Se hace raro pensar que el Santander haya recortado sus beneficios en un 35% y ‘solo’ haya obtenido 5.351 millones de euros en 2011. Se hace raro preocuparse porque Fogasa haya tenido que pagar salarios y finiquitos a 6.000 asturianos que hoy están en su casa. O que el euribor baje y las hipotecas suban. Pasa ante la esquela de una niña de once años lo mismo que ante todo lo demás. Lo que ocurre es que el resto tiene solución. Sea el 25 de marzo o sea cuando sea.