Detesto profundamente las pastas de dientes que se secan cuando no les pones el tapón, esas que fraguan como el cemento y te tienen dos horas apretando cuando más prisa o más sueño tienes, dependiendo de si te pilla el drama por la mañana o por la noche. Las detesto porque a mí los tapones de la pasta de dientes me duran lo mismo que los alambres del pan bimbo y algunos hombres. O sea, entre poco y nada. Dicho esto voy a intentar que algún partido político, el que sea, pero mayoritario y con opciones de ganar, me presente a unas elecciones. En cuanto llegue al poder, lo primero que voy a hacer es prohibir terminantemente las pastas de dientes que se secan cuando no les pones el tapón. No pongan esa cara. Los partidos mayoritarios, esos que tienen opciones de ganar y vienen a turnarse en cómodos plazos el gobierno de España, es lo que hacen, por ejemplo, con las leyes de educación. Educación para la Ciudadanía va a ser ahora Educación Cívica y Constitucional. Porque la primera adoctrinaba y la segunda, no faltaba más, no va a hacerlo. Cuando la cambien otra vez, que lo harán, será por lo mismo pero al revés. Y también viceversa, que decía el poeta. Qué cansancio.