Que Rajoy, Rubalcaba y Cayo Lara hayan volado a Asturias en el mismo avión puede considerarse una casualidad. Que hayan aterrizado ya no, porque eso entra en el capítulo de los milagros. Ni las huelgas, ni la niebla, ni la caleya aérea que nos comunica con el mundo -otro día hablamos de Unquera-Llanes y del AVE- han podido con ellos, claro que poder con un político en campaña es complicado; que se lo pregunten a esos pobres niños a los que besan (siempre que veo una de esas fotos -hoy mismo varias, algunas hasta con ovejita, lo juro- pienso en sus padres y, justo después, en sus horas de diván, ya de adultos). El caso es que desde que me enteré de la feliz casualidad y no menos feliz milagro llevo dándole vueltas a aquel chiste de van un francés, un inglés y un español en un avión y solo hay dos paracaídas. Lo que no sé es quién sería quién en este caso. Claro que nuestro chiste acabaría mucho más rápido: llega un alemán (alemana), los pone a todos firmes y se lleva los paracaídas. Y nosotros en campaña, cualquier día en ‘tienda de’.