Al rey le quita el sueño el paro. Lo dijo el otro día cuando mandó callar a la reina. Es por eso que el pobre cayó (como la reina pero más, porque cuando es con ‘y’ duele de otra manera) a las cuatro y pico de la mañana y por eso rompió la cadera. Quienes padecen insominio saben lo que se sufre, yo misma creo que hubo una noche en la que no dormí y hay que ver la de vueltas que se le pueden llegar a dar a la cabeza. Vaya que al rey le quita el sueño el paro y esa es la razón por la que fue a Botsuana, para ver si el cambio de aires le dejaba echar una cabezada en condiciones y, oye, ya que estaba allí ver un poco cómo tienen organizado el mercado laboral por si se puede importar alguna idea o algo. Yo no sé por qué todo el mundo es tan malpensado. La culpa va a ser de Anasagasti, que está todo el día criticando. O de Marichalar, que no le invitó a Soria y el hombre pues tuvo que buscarse la vida.
Y conste que, según declaraciones del jefe de los servicios médicos de la Casa de Su Majestad, volvió en “un avión privado normal” (¿en los aviones privados normales dejarán llevar armas en el equipaje de mano o sólo líquidos de menos de 50 cl como en los aviones normales a secas? Cierro paréntesis que siempre me pierdo en cosas sin importancia) y se mostró en todo momento “muy animado” e hizo gala de su “espíritu de sacrificio y fuerza” sin mostrar “debilidad” ni “enfado”. O sea, un comportamiento ejemplar. País de cotillas y de envidiosos, hombre, por Dios.