Vara tiene la cara blanca y los labios rojos y una blusa roja y unas flores rojas y un París rojo, absolutamente rojo, al fondo. O a sus pies. Vara es uno de los retratos de Chagall que cuelgan estos días en la sala de exposiciones de Caja Madrid y el museo Thyssen y también una puerta para perderse en el color, ese que pintaba Chagall aunque pintase en negro, porque, lo dijo él y no yo, “el negro es un color”. Y su pincel, emoción pura soltada en dosis grandes y pequeñas, evidentes y ocultas. Decía Apollinaire, no yo, que el arte de Chagall no es surrealista, es sobrenatural. Y no seré yo quien le contradiga. La poesía no siempre se lee. A veces se ve. Y hasta se respira.