“¡Dos de Primera se saludan!”. Se lo dijo con una risotada y con la bombona de oxígeno enchufada. Se lo dijo en el hospital aquella temporada de hace ahora cuatro años, la del “pobre del que quiera robarnos la ilusión”. Fue un mes antes de que él saltase al campo en Castellón después de perder el partido, justo en ese momento en el que el Alavés le metió un gol a la Real y el Sporting volvió tras diez años en Segunda. Isidro no pudo verlo, no le dio tiempo. Juan sí, le sobró. Pero los dos estaban convencidos de antemano. Los dos se saludaron aquel día como ‘dos de Primera’. Yo los vi. Por eso sé que Isidro y Juan siguen siendo de Primera. Y el Sporting, pues también.
Esto, claro, lo digo con las vísceras, esas que no sirven para pensar, y lo digo porque ni entreno al equipo, ni soy la presidenta del club, ni la dueña, ni, por suerte para todos empezando por mí misma, ningún delantero centro. Ellos no pueden usar ahora las vísceras, porque por usarlas, por abusar de ellas, estamos ahora donde estamos. La cabeza es el arma que necesita el Sporting para volver por donde ha venido.
El día que se firmó definitivamente aquel ascenso me tocó hacer eso que se llama reportaje de ambiente desde la misma grada del Molinón. Recuerdo que se tituló ‘Diez años fueron suficientes’. Ahora habría que cambiarlo por un ‘Y uno, más que de sobra’. A ver si quienes, además de sufrir por el Sporting, cobran, consiguen ponerse a la altura de Isidro y Juan y de los miles y miles de rojiblancos que hoy no lloramos porque tenemos una edad y tampoco es cosa de andar haciendo el ridículo. Ay.