El teléfono escupe dos mensajes seguidos. Uno es una pregunta; el siguiente, una invitación. “¿Qué haces este verano?” “Te llevo a Polonia”. Así, seguidos, sin solución de continuidad. El primero es de una cadena de hoteles y sus ofertas de julio y agosto, el segundo de Movistar y no sé qué sorteo para la Eurocopa. Por un momento pensé que hoy era mi día de suerte, pero veo que lo tengo igual de fácil que Javier Fernández. O sea, jodido.
Guardo el teléfono y camino. Me tropiezo -suele pasarme cuando llevo la cabeza en otra parte, supongo que como a todo el mundo-. Me doy de bruces, decía, contra un escaparate. Literal. Alzo la cabeza, es una zapatería y lo que me golpea ahora es un letrero que anuncia zapatillas de fieltro “especial madreña”. También literal. Me pregunto si el hecho de calzar madreñes es nuestro hecho diferencial, si se me permite redundar y quedarme tan ancha. Me pregunto si Javier Fernández tiene pensado ponérselas, quitárselas o lanzar alguna contra alguien. La respuesta es igual de fácil que la anterior. O sea, jodida.
No sé que voy a hacer este verano. Lo único seguro es que nadie va a llevarme a Polonia y que Javier Fernández será el presidente del Principado. Vamos a necesitar suerte los dos. Sobre todo él.