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Foie y periodismo

En California, que se puede hacer casi de todo, aunque no tanto como en Nevada y mucho menos que en Asturias, van a prohibir el foie. Resulta que la práctica de hacer que al pato y/o oca se le multiplique el tamaño del hígado como si en una dieta media se sustituye el agua por, pongamos, gintonic, es una crueldad que afecta al animal “física y emocionalmente”. Vale. Adoro el grasiento y ultracalórico foie (especialmente si lo hace Pedro Martino y le pone violetas) y no tengo ni idea de emociones de pato (de hombre tampoco mucha, pero este ya es mi problema) así que no soy objetiva a la hora de valorar la prohibición. Reconozco, eso sí, que me ha dado una punzada en el estómago al ver a un pobre pato con una manguera de pienso metida por el cuello y me he acordado, de paso, de lo que se parece la fabricación del foie a algunos señores de algunos medios de comunicación. El proceso de engorde es exactamente el mismo: se mete un tubito en la boca del sujeto a engordar, se llena de pienso y el sujeto, engorda y se calla simultáneamente, porque a ver quién tiene pico para hablar con semejante caudal de alimento. Las diferencias llegan luego, cuando se corta la ingesta de cereal. Entonces el pato se va al matadero y se convierte en foie, mientras algunos señores de algunos medios de comunicación, no necesariamente periodistas, buscan más alpiste. Si lo encuentran, pues el proceso comienza de nuevo. Si no, ya se encargan de producir una sustancia que parece foie, pero que sabe más bien tirando a bilis.

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por María de Álvaro

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mayo 2012
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