Centro de Salud Puerta de la Villa, Gijón, 13 horas. Cola larga, muy larga. Mayoría de jubilados, una chica con muletas y otra sin dientes, escasísimo peso y claros síntomas de deterioro físico. Dicho sin miramientos, una yonkie. Va a acompañada de una pareja de descripción prácticamente idéntica. Hablan alto, muy alto. Lleva en la mano varias recetas que, según le indican sus compañeros, que parecen tener más experiencia que ella en estas lides, deben sellarle. Se salta la cola y va directamente al mostrador. En la cola larga, muy larga, murmullos de indignación que se van elevando; comentarios irreproducibles. Y entonces llega ella. En su bata, una pegatina que reza ‘funcionario cabreado por los recortes’. Le toca la mano, la mano temblorosa que, no lo dije antes, tiene la yonkie. Le mira a la cara, cosa que, tampoco dije, tiene pinta de que haga mucho que no hace nadie, y le dice: “Tranquila, cielo, ponte en la cola que ahora mismo te lo sello y puedes ir a la farmacia”. Y ‘cielo’, tranquila, se pone al final de la cola y espera.
Jamás dejará de admirarme el poder de las palabras. Sobre todo si son amables