No tengo ninguna intención de amargarle el día, pero tengo que darle una noticia, una noticia importante. Es usted papable. Como lo ha oído. Si está bautizado, que habiendo nacido en España allá por el siglo XX lo normal es que lo esté. Lo normal o lo habitual, vaya. Si está usted bautizado, decía, es usted papable. En Roma hay más de un cardenal que mataría, es un decir, o no, pero se supone que los tiempos de los Borgia está superados, por estar en las quinielas como está usted en estos momentos. Tiene, caballero -las señoras pues no, pero eso no es ninguna noticia-, un 50% de probabilidades en este preciso instante de su vida de ser el heredero de Pedro, el emisario del mismísimo Dios en la tierra, el próximo Papa. Un 50%, sí, porque o lo nombran o no. O sea, un 50% exacto.
Supongo que acabo de dejarle de piedra. Imagino que no tiene en el armario ni una triste mitra. Es posible no maneje el latín ni en la intimidad, que se haya quedado, como casi todos, en el rosa rosae o, como mucho, alcance al lupus lupi. A lo mejor la última vez que estuvo en Roma echó una moneda en la Fontana di Trevi. Y eso quiere decir que va a volver. Póngase nervioso. Porque ser Papa, lo intuíamos pero Benedicto XVI nos lo ha dejado claro, no es ningún chollo. Joseph Ratzinger, que tantas críticas se ha llevado desde que se asomase a la plaza de San Pedro aquel abril de 2005, recoge hoy elogios de medio mundo, especialmente desde su vecina España. Aquí estamos tan poco acostumbrados a que alguien se vaya, a menos de que lo haga sin pagar, que nos ha dejado dispuestos a hacerle la ola.
Grazie mile, Santidad. Ahora solo falta un milagro para que cunda el ejemplo.
Y respecto a usted y su posible nombramiento, si le llaman y no quiere meterse en líos, no diga que es asturiano. Eso puntúa. En la Santa Sede ya saben que aquí sabemos hacer milagros. Porque hacer desaparecer 500.000 toneladas de carbón es eso, ¿no? ¿O está David Copperfield en la nómina de Hunosa y tampoco nos habíamos enterado?