‘Pequeño diccionario de cinema para mitómanos’, de Miguel Cane, se presentó el viernes en el Antiguo Instituto. Aquí dejo lo que, en realidad, más que una reseña es una chuleta. El folio que le escribí y le mal-leí el viernes. Que Holly Golightly me perdone. Y MIguel, claro.
Miguel Cane ha escrito un libro de cine para mitómanos y él mismo se confiesa uno de ellos. Miente. O al menos no dice toda la verdad. Se queda corto. Miguel no es un mitómano del cine. Es un loco. Un bendito psicópata que no ve películas, las devora, y que no habla de actores ni de personajes, sino de vida, de gentes tan reales como usted o como yo, por más que jamás hayan salido de una pantalla o lleven décadas comiéndose un bollo con café de doblete a las puertas de Tiffany’s.
Miguel y yo trabajamos juntos. Él colabora con El Comercio, donde escribe sus críticas de cine, pero también de libros, de teatro, a veces hasta de ballet… porque este chico sabe de casi todo, disfruta con casi todo… Miguel cultiva también ese género que tantísimo gusta a los británicos y que tan fácil parece y tan dificilísimo resulta: el de la necrológica, el de la necrológica bien hecha, claro, que juntar datos biográficos es tan fácil como abrir la Wikipedia. Pero no hablo de eso. Miguel dibuja personas y personalidades como pocos, porque lo hace con sus conocimientos, absolutamente enciclopédicos, pero también con toda su pasión.
Voy a contarles algo, muchas veces, muchísimas, él me llama para decirme que alguien se ha ido. Pues por recordar los últimos: Bigas Luna, Jess Franco, Sara Montiel… Él día en que se murió Sara Montiel yo me enteré por Miguel Cane. Como tantas veces. Porque este hombre está conectado a la actualidad, a la actualidad que le interesa, claro, las 24 horas del día. La llamada de Miguel llegó antes que el teletipo de Efe, como tantísimas veces. Y, siempre, siempre, tengo la sensación de que se le ha muerto una tía o un tío, puede que lejano, puede que uno de esos que hacía tiempo no veía, pero da igual, porque le quería. “Te mando un billetito”, me dice. “Pero no una bio, Miguel, ya sabes, algo muy tuyo, como siempre”, le digo. Y ya sé que está de más según pronuncio la frase, porque todo lo que toca Miguel, todo lo que escribe, es muy suyo.
Y este libro lo es. Lo es radicalmente. Ya que estamos de confesiones voy a decirles, aunque les importe un pimiento, que a mí no me gustan los libros del tipo ‘Las 1001 películas que hay que ver antes de morir’ o ‘Todo el cine de la A-Z’. Me llaman a la lectura lo mismo que me llamarían ‘Las 1001 maneras de criar berberechos en cautividad’. Me pasa porque normalmente estos libros tienden al corta-pega, a juntar una entrada con otra sin más orden que el alfabético ni más motivación que la de colocarse en la estantería de los superventas de navidad.
‘Pequeño diccionario de cinema para mitómanos amateurs’ es exactamente lo contrario a esto. Porque no es un repaso a las filmografías de sus protagonistas ni tampoco un asalto morboso y rosa a sus vidas, sino un compendido de retratos, de fotos, de radiografías construidas con datos, pero también con sabiduría, con mucha inteligencia y, claro, con esa máxima expresión de la inteligencia que es el sentido del humor. Van a reírse, se lo prometo. Porque Miguel lo mismo se atreve a poner a caldo algunas de las pelis de intocables como Lars Von Trier, que se pasea por la infancia “asquerosa” de su adorada Julie Andrews mientras cuenta que le robaron el papel protagonista de ‘My Fair Lady’ o se mete en la cama de Cary Grant (es un decir). ¡Miguel pinta escenas en las que Tenesse Williams está charlando con Vivien Leigh! Las pinta como si hablase de lo cotidiano y a la vez con la reverencia con la que un monje medieval abordaría las vidas de santos. Y en esa escena de pronto aparece un joven y prometedor actor y resulta que es Warren Beaty. ¿Saben lo que dijo Vivien Leigh, por cierto, la primera vez que vio a Warren Beaty?
“Si es el diablo, que me lleve”.
Es fácil dejarse llevar por las páginas de este diccionario que de pequeño no tiene más que el nombre. Les doy una última pista, antes de que lo cojan y lo devoren como Miguel hace con las pelis. La Pantera Rosa, Mrs Robinson, el humanísimo replicante de ‘Blade Runner’ y la nunca suficientemente adorada Holly Goligthly tienen entrada propia en el diccionario. No los actores que les encarnaron, que algunos también, si no ellos. Personajes eternos, los más literalmente inmortales de cuantos desfilan por este “altar portátil para cinéfilos” que Miguel Cane ha escrito; que Ana Bustelo ha ilustrado con toda su delicadeza, y que Impedimenta ha editado por la razón por la que se editan y por la que se escriben libros: por amor.
Por amor al cine, en este caso; por amor al arte en cualquier caso. Claro que si luego se coloca en la estantería de las superventas no vamos a tener ningún problema. Eso que conste.