Camino a Santiago (y ya si eso cogemos un taxi) Capítulo III

Por Rosa Iglesias

Prepararse para el camino de Santiago no es fácil. De hecho, a los preparativos lógicos de irse de vacaciones se unen algunos específicos: o sea, que valen las mismas notas que se hicieron para ir a Cancún, aquella que empezaba con “hora para depilarse, hora para limpieza de cutis, compras de farmacia” y cosas así. A esto le añades la adquisición de los ropajes de tipo deportivo y, al final, vienes a gastarte un pastizal para equiparte para un viaje que dicen que es interior. Y vaya si lo es, pero esa es otra historia. Una posibilidad más económica es hacerlo con aquellas camisetas que no sabes por qué te compraste. O esas otras que sí conoces la razón, aunque no estés en disposición de decírsela ni a tu señora madre, además de aquellas que te tocaron en una fiesta de Gin Larios.

El hecho de meter cosas en una mochila me desestabiliza mucho. Cuando introduje una camiseta con la ‘jeró’ de Victoria Beckham con el cabello cubierto de pedrería fue la propia mochila la que se desestabilizó. Para que luego me diga mi amiga Antuna que es comodísima.

Queridos amigos de Jo tía, estoy siendo la risión del camino. Solo existe una ventaja, en algunos pueblos me confunden con la vocalista de la orquesta y me convierto en una especie de ‘sex symbol’ rural. La naturaleza, en cambio, está sorprendida con los reflejos que producen los ‘pedrolos’ de la ‘Vitoria’ en plena aurora lucense. Nunca llueve a gusto de todos.

En un mundo globalizado no tienen cabida los seres diferentes. La naturaleza pasa de la Beckham.
Al camino de Santiago se viene con ropa de colores sobrios. Y si es técnica, mucho mejor. Esta mañana, he tenido que deshacerme de mi estrambótica camiseta. Ha quedado en la papelera de un albergue: ese lugar donde voy dejando tantos prejuicios. Donde voy ganando algunos amigos. Ni se puede, ni se debe luchar contra la naturaleza, que es tan sabia, tan descarnada. El camino es un paralelismo de la vida, hay que adaptarse o morir. Y morir no es una opción. Al menos en estos momentos que ejerzo de artista invitada en este blog. Me despido por hoy diciendo lo que escucho tantas veces a lo largo del día: ¡Buen camino!