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Juan Neira

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IU Y LA TRAMPA DEL ESTATUTO

El telón de fondo de la división de la izquierda es la reforma de la carta autonómica
Tras la Asamblea de IU de Asturias, la organización se ha convertido en un colectivo homogéneo, como lo prueba el 94,4% de votos con que fue elegido el Consejo Político y la unanimidad alcanzada en torno a la figura del coordinador general, Jesús Iglesias. La IU rojiverde ha logrado deshacerse de los simpatizantes del comunismo ortodoxo, ubicados en la organización ovetense de IU, un grupo de militantes correosos, muy pegados a la lucha municipal, impulsores de mil campañas contra el alcalde Gabino de Lorenzo, pero deudores de una visión del mundo que no encuentra complicidades en ninguna franja social. Los comunistas ortodoxos, seguidores de Paco Frutos, siempre vieron a IU como el caballo de Troya del comunismo en las instituciones democráticas, ya que el Partido Comunista, como marca electoral, dejó de tener atractivo hace veinticinco años.
La homogeneidad de IU no es una garantía para el futuro de esta fuerza política, porque desde su fundación se ha movido más por la dialéctica del enfrentamiento interno que por las visicitudes de la vida política española. IU tiene un comportamiento cíclico, un recurrente planteamiento-nudo-desenlace, que pasa por supuestas diferencias ideológicas, competencia interna y exclusión.
Lo más curioso es que las supuestas diferencias sobre las esencias siempre encubren dos formas de relación con el Partido Socialista. Lo que divide a IU es el PSOE, como gran partido de la izquierda, un asunto que produce daño psicológico para una generación formada en la ilusión de la hegemonía, en el merecimiento de un voto mayoritario tras los sacrificios hechos durante la Dictadura.
Como el futuro no pasa de ser una combinación de los elementos del pasado, los dirigentes asturianos de IU están llamados a dividirse en torno al PSOE: aliarse u oponerse.
Desde que Gaspar Llamazares es el máximo líder de IU en España, esta formación ha dado un giro copernicano en su estrategia, y de la inflexible apelación al programa para aliarse con otros partidos, ha pasado a formular la entrada en los gobiernos como objetivo estratégico prioritario. IU forma parte de ejecutivos de coalición, con dos o más fuerzas, en Cataluña, País Vasco y Baleares. La excepción a este planteamiento es Asturias.
La política de Llamazares, propicia a los pactos territoriales, ha llevado a que IU sea fundamentalmente una fuerza política de cariz autonómico (nacionalista o regionalista). La mejor demostración está en los números. Si quitamos los dos diputados de Izquierda Verde, nos encontramos con que IU tiene sólo tres escaños en el Congreso de los Diputados, mientras que en la Junta General del Principado tiene cuatro diputados. En Madrid, de 350 escaños le corresponden sólo tres; en Oviedo, de 45 actas tiene cuatro. En las elecciones generales de marzo, IU se juega el estatus de partido parlamentario, algo que está amenazado, pese al excelente trato que dispensa Zapatero a Llamazares.
IBARRETXE, MONTILLA, ARECES
La conversión de IU en fuerza de rango autonómico, capaz de sacar partido de la variada distribución de escaños de los parlamentos regionales, es lo que hace más difícil de entender las exigencias planteadas para integrarse en el Gobierno del Principado. Criticar la acción de gobierno del presidente Areces, por supuesto sesgo derechista y escaso contenido social, resulta un poco chocante, cuando se participa sin reservas en el gobierno de Ibarretxe, un ejecutivo nacionalista de signo conservador, que utiliza el gasto público para crear división social. Trabajar en el tripartito catalán, en una comunidad convulsionada por el desgobierno y los escándalos, debería ser más difícil que gobernar con el socialismo asturiano.
Es muy difícil entender el comportamiento diferencial de IU en Asturias cuando se observa la política global de esta fuerza política. Aún aceptando que la FSA haya jugado muy fuerte en la negociación del programa de legislatura y en el reparto de consejerías, resulta evidente que en el País Vasco o en Cataluña ni siquiera tuvo IU la opción de hacer objeciones al programa de gobierno o la posibilidad de regatear cuotas de poder. Por otro lado, el escaso interés por discutir las propuestas presupuestarias del presidente Areces revela un gran distanciamiento con el Principado ¿Cuál es el asunto de fondo?
Dejando a un lado aspectos personales, que no sirven nada más que para despistar (ejemplo: la obsesión de los socialistas con Valledor, al que echan la culpa de todos los males), la diferencia cualitativa entre Asturias y las otras comunidades en que gobierna IU se llama Estatuto de Autonomía. La aceptación de una reforma estatutaria de máximos en Cataluña o Baleares estaba garantizada de antemano. En el País Vasco, aún más, ya que la idea del Plan Ibarretxe, en su primera versión y en la actual, desborda la interpretación más laxa que quepa imaginar del Estado de las Autonomías, tal como está concebido en la Constitución. El caso de Asturias es distinto.
Renovar la alianza de gobierno con los socialistas en el Principado, sin haber alterado la correlación de fuerzas en la negociación, supondría caminar hacia el fracaso, porque esta legislatura sólo tiene un gran objetivo, la reforma del Estatuto de Autonomía, un asunto en el que coinciden, punto por punto, el PSOE y el PP. Los consejeros de IU tendrían que abandonar el Gobierno en la primera parte del mandato, en el momento en que la Junta General del Principado aprobara un Estatuto de Autonomía sin oficialidad para la Llingua. Se podrían poner más ejemplos de incompatibilidades.
Es impensable que los dirigentes de IU, algunos de ellos con gran experiencia política, no hubiesen reparado en la trampa que se metían al formar parte de un gobierno de coalición que entraba en contradicción con el nuevo Estatuto de Autonomía. Tendrían problemas con sus aliados (Bloque por Asturias) y, luego, el electorado nacionalista o regionalista les daría la espalda.
A partir de este análisis se puede entender lo que está pasando en la política asturiana, con el Gobierno socialista abocado a la prórroga presupuestaria, y el Parlamento convertido en una caja de sorpresas, hasta que después de las elecciones de marzo retome la negociación del Estatuto de Autonomía.

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por JUAN NEIRA

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