Todo está listo para que IU y el PP rechacen juntos los Presupuestos del Principado, dando paso a un periodo incierto
La presentación de la enmienda a la totalidad de IU a los Presupuestos del Principado y el presumible apoyo del PP a la misma terminan con la pretensión de Areces de encontrar aliados en la Cámara para aprobar las cuentas del año 2008. El próximo viernes se oficiará el rito del voto parlamentario, sobre cuyo resultado no hay resquicios de duda, ya que la decisión responde a una voluntad firme de los estados mayores de los dos partidos de oposición. Si en la Junta se produjera otro resultado sería una sorpresa mayúscula. Por el carácter predecible de la votación debe empezar el comentario.
Desde principios del pasado verano, el presidente Areces y sus consejeros hicieron del entonces lejano proyecto presupuestario la prioridad del curso político. La frustrada negociación del pacto de gobierno había llevado a IU a colocarse en la tesitura de radical oposición, hasta el punto de condicionar cualquier apoyo al Ejecutivo al retorno de IU al Gobierno. A partir de esa premisa era fácil entrever que la aprobación de las cuentas regionales, para las que se necesitaba la abstención de IU, iba a resultar casi imposible. Planteadas así las cosas, no se entiende la obsesión del Gobierno de hablar, una semana sí y otra también, sobre el proyecto presupuestario, sabiendo que al final iba a ser derrotado en la Junta General del Principado. Un cero en táctica.
La oposición tampoco estuvo muy lucida en todo el trámite. En primer lugar llama la atención el posicionamiento del PP, al dar la oportunidad a IU de liderar, con sus cuatro diputados (menos de un 10% del Parlamento), los intereses de la oposición en el debate. Antes de llegar el proyecto del Gobierno a la Junta, IU escogió las subvenciones a los créditos hipotecarios como ejemplo de necesidad social acuciante a resolver por el presupuesto. Un objetivo que no entró nunca entre las preocupaciones tradicionales de la izquierda. Tras el prólogo extraparlamentario llegó el momento de fijar posición ante los presupuestos en la Cámara, y Jesús Iglesias justificó la enmienda a la totalidad porque las cuentas presentadas por el Gobierno «no responden a las necesidades socioeconómicas y financieras de Asturias». Un enunciado grandilocuente, como la poesía de Campoamor, que no casa muy bien con el esquema de los presupuestos. La cantidad destinada a gasto social, más de un 65% de los recursos, y el dinero destinado a políticas activas, 1.196 millones de euros, resiste la comparación con cualquier presupuesto autonómico. Es más, IU apoyó y gestionó, en la pasada legislatura, presupuestos con inferior contenido social e inversor, así que haría bien en reconocer que el rechazo a las cuentas regionales se hace por razones políticas, sin tener en cuenta las partidas presupuestarias. Además, hay asuntos de difícil justificación: ¿qué argumento social justifica rechazar unas cuentas que dedican 130 millones adicionales a la Sanidad?
La devolución de los presupuestos tiene distintas implicaciones para el PP y para IU. Al PP la derrota del Gobierno sólo le reporta ventajas, ya que abre el camino a la campaña electoral de Rajoy en Asturias. El electorado conservador ve normal que Ovidio Sánchez se oponga a los presupuestos de Areces. El caso de IU es distinto, porque estuvo cuatro años gobernando con el PSOE y ahora se vale del apoyo del PP para derrotar a sus antiguos aliados. IU perdería todo protagonismo en el Parlamento sin la ayuda del PP. Esa compañía es muy incómoda y recuerda la época antisocialista de Julio Anguita, cuando se aliaba con Aznar para derrotar a González: la estrategia de la ‘pinza’.
Para evitar esa imagen, Jesús Iglesias se sacó de la manga una propuesta, sin precedentes, al ofrecer a la FSA negociar un presupuesto «desde cero», tras rechazar el proyecto del Gobierno. Confeccionar el presupuesto es una competencia del Ejecutivo, que negocia en la Cámara la aceptación de enmiendas parciales de otros grupos para obtener suficientes votos. Lo que nunca se ha visto es que un partido rechazara las cuentas regionales y, a renglón seguido, se arrogara competencias propias del Gobierno para confeccionar un nuevo presupuesto, mano a mano, con el consejero de Economía.
La prórroga
La votación de la enmienda a la totalidad va a situar, objetivamente, a IU al lado del PP. La devolución del proyecto de cuentas regionales tiene otra lectura inmediata: el aislamiento del Gobierno de Areces y la dificultad para hacer viables sus proyectos en la Cámara. El único partido que obtendrá beneficios netos de esta operación será el PP.
La política asturiana entrará, tras el pleno de los Presupuestos, en una fase complicada, a expensas de lo que deparen los comicios de marzo. La victoria de Rajoy en las urnas haría desaparecer, milagrosamente, las diferencias entre el PSOE e IU, y la izquierda plural se aprestaría a reeditar el famoso, «no pasarán». Magro consuelo para los problemas que se le vendrían encima al Principado, acostumbrado, desde hace cuatro años, a obtener todo tipo de apoyos desde Madrid. Una victoria de Zapatero prolongaría el pulso entre los dos partidos de izquierda, cuyo final no es fácil de entrever.
La prórroga presupuestaria no es una tragedia, pero tampoco es una banalidad. Algunas instituciones e interlocutores, como los ayuntamientos y los agentes sociales, pueden salir perjudicados con la prórroga presupuestaria. Partiendo de esta premisa, resulta llamativo que alcaldes y líderes sindicales no alzaran la voz con rotundidad para invitar a los partidos, especialmente a los de la oposición, a reconsiderar su postura, con el objeto de que no quedaran paralizados 300 millones de euros. No fueron más allá de realizar alguna moderada protesta.
El Gobierno debería reconducir la negociación social, de modo que quedara limitado el alcance económico del pacto. Una constante de los gobiernos de Álvarez Areces es la ausencia de unos aliados sociales que hagan piña con el Principado en pos de los intereses generales de la región. Si bien se mira, Asturias sigue siendo un territorio poco vertebrado, donde la solidaridad sólo brota espontáneamente a escala local o gremial.