Las instituciones del Estado y sus principales representantes rinden un homenaje de respeto y reconocimiento a Leopoldo Calvo Sotelo, tal como se merece un ex presidente de la democracia en la hora de la muerte. El repaso obligado de la vida política de Calvo Sotelo se centra en los 22 meses que presidió el Gobierno, tratando de sacar conclusiones sobre aciertos y errores. Sin embargo, juzgar al finado por lo que hizo o dejó de hacer en ese tiempo no es muy justo, porque el margen de actuación era prácticamente inexistente, y cualquier político español que hubiera estado al frente del Ejecutivo en aquel tiempo no lo hubiera hecho mejor.
Calvo Sotelo se hizo cargo de un gobierno sin partido, cuando socialdemócratas, democristianos y liberales, hacían trizas el tejido de la UCD. Salió investido tras el trauma del 23-F, gobernando en un tiempo excepcional, que podríamos calificar de democracia vigilada. Por si esas circunstancias no fueran suficientemente adversas, Calvo Sotelo llega a la Moncloa en 1981, con una economía fuertemente afectada por la segunda crisis del petróleo, lo que hizo a la prensa económica calificar a ese año de “un bisiesto atroz”.
Pese a todo lo anterior, Calvo Sotelo tomó tres decisiones acertadas: integrar a España en la OTAN, llevar a cabo una iniciativa política de envergadura, como la de impulsar la LOAPA, y priorizar la negociación con el PSOE, en vez del PCE, como había hecho Suárez. La entrada en la OTAN era una forma de ganar credibilidad ante los futuros socios europeos para facilitar la integración en la CEE. Y un intento por neutralizar a los sectores levantiscos del Ejército español, encuadrándolo con los ejércitos democráticos. La LOAPA llegó después del Estatuto de Guernica y con una banda terrorista, como ETA, asesinando a dos ciudadanos por semana. Dar prioridad al PSOE fue el primer intento por centrar el debate político español, y una manera de facilitar un relevo imparable, a la vez que necesario. Calvo Sotelo actuó con responsabilidad y permitió que el candidato de la UCD a la Presidencia de Gobierno, en las elecciones de 1982, fuera Landelino Lavilla, en vez de dar la batalla por encabezar la lista. ¿Hubiera actuado algún otro con más altura de miras?