En Asturias hubo concentraciones silenciosas de solidaridad con la familia de Juan Manuel Piñuel, guardia civil melillense asesinado por ETA. El mensaje de condena en Asturias es unánime, porque una de las grandes virtudes que tiene esta región es el amplio acuerdo de toda la sociedad sobre valores básicos. Por ejemplo, en Asturias a un trabajador de Melilla se le trata igual que si hubiera nacido entre nosotros, cosa que no ocurre en todas las comunidades autónomas. En Cataluña, es muy difícil encontrar un anuncio en la calle escrito en castellano y en el País Vasco se dedican las mejores energías a enseñar a los empleados públicos el conocimiento del euskera, creando la ficción de ahormar una Administración vascoparlante mientras la sociedad utiliza mayoritariamente el castellano. Ese intento por evitar, desde las instituciones, la convivencia de dos lenguas, es un ejemplo de antiliberalismo que recuerda los regimenes antidemocráticos. En Asturias sucede lo mismo que en Madrid, todo el que llega se encuentra a gusto entre nosotros.
No está de más hacer estas reflexiones, porque detrás de la mano asesina que acaba con la vida de un guardia civil de Melilla, hay toda una mitología intolerante sobre un supuesto País Vasco habitado por “baserritarras” y “arrantzales”, que fue contaminado por la llegada de los trabajadores de fuera. Sin mitos de etnia (ETA), religión (Al Qaeda) o clase (Brigadas Rojas), no hay terrorismo. Puede haber violencia asesina, pero no recibe habitualmente el nombre de terrorismo. Los asesinatos de la mafia siciliana o calabresa, o los ajustes de cuentas de narcotráfico, se les cuelgan la etiqueta de “crimen organizado”, dando a entender que hay un grupo poderoso detrás de las balas o las bombas asesinas. El terrorismo es otra cosa: los mismos asesinatos justificados por un supuesto ideal. La mafia no emite comunicados argumentando sus crímenes, pero ETA siempre explica por qué mata.
Rehecha la unidad antiterrorista entre las fuerzas constitucionales, todavía queda un trabajo político que hacer: presionar al nacionalismo moderado para se deje de ambigüedades con ETA. Bien pensado, la verdadera presión pasa por derrotarle en las próximas elecciones vascas.