Jaime Rabanal considera que la publicación de las balanzas fiscales es un gesto intranscendente y asegura que el Gobierno central ha dado garantías al Principado de que no interferirán en la negociación del modelo de financiación autonómica. Severino García Vigón no es tan optimista y teme que el contraste entre los saldos fiscales tenga influencia en las obras que se hacen en Asturias. Desde otras coordenadas geográficas e ideológicas, José Montilla afirma que empezará la negociación poniendo las balanzas fiscales encima de la mesa. ¿Qué opinar de todo ello?
Puede que el nuevo modelo de financiación autonómica se fundamente, finalmente, en otras premisas, pero el debate nace marcado por los saldos fiscales. La publicación de las balanzas reduce una cuestión compleja (la financiación autonómica) a una conclusión simple: cuatro regiones emprendedoras (Madrid, Cataluña, Baleares y Comunidad Valenciana) sacrificándose para que puedan vivir trece comunidades atrasadas. En todos los países del mundo se da la misma situación que en España, con unas regiones ricas en las que la recaudación fiscal es muy alta, transfiriendo recursos, por la vía del gasto público, a otros territorios que no obtienen tantos ingresos de los impuestos de renta, sociedades o IVA. La diferencia consiste en que en Francia, Alemania o Suecia hay un sentimiento nacional que engloba a todos los ciudadanos, mientras que en España hay unos nacionalismos pujantes que reivindican el levantamiento de fronteras particulares por el método de una legislación y una asunción de competencias que les convierten en compartimentos estancos. Digo que son fronteras particulares porque las tradicionales van asociadas a una aduana para las mercancías y eso no les interesa a los nacionalismos periféricos: todas las ventajas del mercado único, pero sin el peaje de una Hacienda compartida.
Las balanzas fiscales son el elemento técnico sobre el que se basa el modelo de financiación autonómica pergeñado en el ‘Estatut’. De ellas dimana el discurso ‘maragalliano’ de la «fatiga fiscal». Un cansancio muy curioso, porque no les agota recorrer las autopistas españolas para vender sus productos por todas las regiones, siempre que queden exonerados de pagar los tributos que financian esas carreteras. Ni un pelo de tontos.