Baltasar Garzón va a abrir una causa general contra el franquismo haciéndole reo de genocidio. Se trata de la acusación más grave que cabe hacer contra un régimen político, porque supone atribuirle la eliminación sistemática y generalizada de un grupo social (la España que se mantuvo fiel a la Constitución de 1931) por razones ideológicas. De esta forma puede quedar equiparado Franco con Hitler, Pol Pot o Stalin. ¿Qué decir de esta iniciativa del magistrado de la Audiencia Nacional?
Todo lo que tiene que ver con la Memoria Histórica, y la iniciativa de Garzón se inscribe en ese espíritu, tiene un doble plano de valoración. Para las personas que vieron cómo asesinaban a sangre fría a sus padres, abuelos, hermanos o tíos, puede tener un sentido reparador y resultar emocionalmente reconfortante. Pero desde un punto de vista general o político, que es el mismo que mueve a Garzón, resulta una postura trasnochada. Franco murió hace treinta y tres años y los españoles y la historia ya lo han juzgado. Aquí no hubo un modelo de transición a la chilena, con el general Pinochet reteniendo el mando sobre el Ejército en plena democracia y ocupando un escaño en el Senado. A los pocos años de morir Franco se podía hablar del pasado y los medios de comunicación ofrecían una visión muy poco complaciente del general. Gobierno y oposición decidieron el 15 de octubre de 1977 aprobar una amnistía general para evitar abrir un largo proceso de responsabilidades políticas que en vez de aunar a los españoles los habría dividido inútilmente. Adolfo Suárez, Felipe González y Carrillo, principalmente, estuvieron a la altura de los retos que les tocaba asumir.
La iniciativa judicial de Garzón llega en un momento en el que está mucho más asentada la convivencia democrática, pero no contribuye a hacerla más sólida, sino a poner el ojo en el pasado cuando en la agenda política (y hasta en la judicial) hay otras prioridades. En todo este asunto de la Memoria Histórica hay un mensaje subliminal que es preciso rechazar. En nuestro país hay grupos que tienen connivencia con el terrorismo, recientemente ilegalizados, pero no hay ningún grupo importante filofranquista. El franquismo es historia, como Fernando VII. No nos pongamos a enredar con las etiquetas porque sólo produce engaño y daño.