La votación en el Congreso del PP demostró que la candidatura crítica de Juan Morales tenía su razón de ser, que no se trataba de la pataleta de un ex portavoz parlamentario expulsado de los círculos de poder. Recoger el 40% del voto de los compromisarios es mucho más que un apoyo testimonial. La candidatura de Juan Morales se impuso entre los representantes del Occidente, así como entre los compromisarios de la cuenca del Caudal y en municipios de la zona centro, como Siero, Llanera o Noreña. Por su parte, Ovidio Sánchez ganó gracias al voto de las grandes delegaciones (Oviedo, Gijón y Avilés), así como el apoyo de la cuenca del Nalón y el Oriente.
En las urnas afloró el malestar por el modo de funcionamiento del partido, con escasa relación entre la dirección y las juntas locales, así como la desmoralización que causa en la militancia perder tres veces seguidas en las elecciones autonómicas. Aunque Rajoy, como todo líder nacional, desea que la organización trabaje unida mirando al futuro, es muy difícil que se produzca esa convergencia quedando Juan Morales fuera de los órganos de dirección. La experiencia vivida en los últimos tres años, como titular de un cargo fantasmal -adjunto a las vicepresidencias- hace que el candidato alternativo renuncie a integrarse en el equipo de Ovidio Sánchez. ¿Qué situación se va a vivir a partir de ahora?
Juan Morales carece del apoyo de alguna organización local numerosa, así que es difícil estar fuera de los órganos de la dirección regional manteniendo unido al sector crítico que ha aflorado en este congreso. Ahora se abre un tiempo de impasse hasta que la dirección elija el candidato a la Presidencia del Principado, que será la figura que marcará la transición en el PP. La dialéctica entre Ovidio Sánchez y Juan Morales duró hasta este congreso, pero es difícil que se prolongue por más tiempo. El discurso de la renovación, al que se acoge Ovidio Sánchez, tiene más que ver con la personalidad del futuro candidato que con programar una ronda de visitas a las juntas locales. Los problemas organizativos, de los que tanto hablan los militantes de los partidos, siempre enmascaran un déficit político. El PP tiene que ganar autonomía con respecto a De Lorenzo y los sindicatos mineros, y encontrar un candidato diferente a lo conocido.