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Juan Neira

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LA DEFENSA SINDICAL DEL EMPLEO

La llegada de Ignacio Fernández Toxo a la secretaría general de CC OO ha sido interpretada en clave de división interna, por el estrecho margen de votos con que se impuso al otro candidato, José María Fidalgo. Sin quitar importancia a las cuestiones internas, lo más relevante del cambio está fuera: Toxo se encarama a la cúspide del principal sindicato del país (1,2 millones de cotizantes y 7.000 delegados más que UGT en las empresas) en un momento en que las fuerzas sociales van a ganar protagonismo en España por efecto de la crisis económica.
La bonanza económica española, iniciada a mediados de la década de los años noventa del siglo pasado, limitó la importancia de la acción sindical, que tuvo su mayor realce en dos apartados, la lucha contra la siniestralidad laboral y las campañas contra la precariedad en el empleo. En este tiempo los sindicatos firmaron acuerdos con gobiernos y patronal y realizaron, con éxito, una huelga general contra la reforma del desempleo (el ‘decretazo’), el 20 de junio de 2004. No obstante, su papel fue inferior al de los años anteriores, porque el excedente económico de la bonanza dio para aumentar en ocho millones el número de empleados y para crecer fuertemente la capacidad de consumo de las familias. Dicho de una forma provocativa: en una economía en expansión, el mercado, por sí mismo, protege al trabajador.
Entramos ahora en un escenario radicalmente distinto, con 800.000 nuevos parados en el último año y con múltiples problemas económicos y sociales. El otro día me contaba un dirigente regional del PP -no sin ironía- que «los sindicatos están dormidos», pero la supuesta pasividad no va a durar mucho tiempo. Si en la legislatura pasada fue el partido de la oposición el encargado de ocupar la calle, con varias manifestaciones masivas contra la política territorial y antiterrorista del Gobierno, en ésta serán las organizaciones sociales las que tomarán el relevo. En todas las crisis económicas sucede igual. El recién elegido coordinador general de IU, Cayo Lara, ya lo demandaba al minuto de ejercer su nueva responsabilidad.
Aceptado el protagonismo sindical, la cuestión está en saber qué estrategia adoptarán los sindicatos ante la crisis. Digo esto porque no estamos en la época de las crisis del petróleo con unas organizaciones sindicales tan combativas como ajenas a los mecanismos económicos. Algunos pasos dados por José María Fidalgo, al reivindicar desde CC OO el papel de la energía nuclear en la generación eléctrica, demuestran que las organizaciones sindicales españolas pueden hacer planteamientos novedosos.
Empleos o salarios
Cuando se pierden 6.000 empleos al día (registro del mes de octubre), todos los planteamientos sindicales tienen que estar supeditados al mantenimiento del empleo. La opción de dar prioridad al incremento de salarios, habitual en un contexto de crecimiento, tienen un efecto fulminante en épocas de crisis: destrucción acelerada de puestos de trabajo. Lo que se gane por la vía de los salarios se perderá por el lado del empleo. Querer compatibilizar el mantenimiento del empleo con la ganancia del poder adquisitivo de los salarios es como tratar de pintar un silbido. En ese sentido resulta inquietante que los costes salariales en el tercer trimestre del año hayan subido un 5,3%. Si se mantiene esa tónica todo el ajuste de la crisis se hará por la vía concursal y las regulaciones de empleo. El colmo del absurdo se da en el sector de la construcción, el más castigado por la crisis, que registra un incremento de los costes laborales del 5,8%.
Esta reflexión vale para crisis económicas como las de los años setenta y ochenta del pasado siglo, con inflación y paro, pero resulta mucho más apremiante en un momento como el actual con el índice general de precios en retroceso. La inflación estaba en el mes de julio en el 5,3% y al acabar el mes de noviembre se encontraba en el 2,4%.
La discusión sobre la estrategia sindical no está en movilizar o desmovilizar, sino en que puestos a salir a la calle hay que acertar con el motivo para hacerlo. Hay dos asuntos para los que resulta fundamental el papel de los sindicatos: la negociación de planes de ayuda del Gobierno a sectores en crisis (la industria de la automoción), que difícilmente sacarán adelante las empresas sin el apoyo de los sindicatos, y la estrategia sobre el mantenimiento del empleo.
Reparto de cargas
Hace unos días, los sindicatos británicos aceptaban bajar un diez por ciento los salarios si se mantenía el empleo. La medida supone un hito en la acción sindical por la defensa del empleo. Es muy probable que haya recortes de empleo injustificados, realizados por empresarios oportunistas, que se valen de la crisis para hacer operaciones puramente egoístas y especulativas, pero también hay sectores de trabajo dominados por aristocracias sindicales, que, sabedores de su empleo seguro, aumentan sus salarios en un momento en que se destruye empleo a una velocidad nunca vista.
Si los gobiernos deben poner los presupuestos al servicio de la actividad económica, los sindicatos tienen que centrar su lucha en el mantenimiento del empleo. La tan manida solidaridad pasa por los planteamientos que se hagan en el interior de las empresas. Un reparto de cargas, visible en el reparto de dividendos y la evolución de los salarios, resulta obligado ante la recesión.

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por JUAN NEIRA

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