El Gobierno ha remitido a las regiones el documento sobre el nuevo modelo de financiación. El texto tiene dos características: carece de cifras y está ideado para contentar a todos, ricos y pobres, autosuficientes y dependientes, con población creciente o estancada, partidarios de limitar la solidaridad y defensores de extenderla a la generalidad de los servicios públicos. La ausencia de cuantificación permite moverse al Gobierno en la ambigüedad, ya que no se sabe hasta qué punto se compromete con este o aquel rasgo del sistema. En principio, el documento cumple una función estratégica, al sacar la discusión de los términos en que estaba planteada: una pelea entre modelos de gobiernos autonómicos (catalán versus comunidades del Noroeste), para tratar de llevarla a un consenso básico.
De las pocas cosas concretas que se saben es que la financiación de los territorios va a basarse casi enteramente en la recaudación cedida por el Gobierno de las grandes figuras tributarias del Estado (IRPF, IVA e Impuesto de Hidrocarburos). Hasta el presente, el coste de los servicios públicos prestados por las regiones se pagaba en un 70% con la recaudación de impuestos estatales. Ese porcentaje llegará a un 90%. El Gobierno extiende a todos los territorios el mandato que contiene el articulado del ‘Estatut’ sobre el particular. No es fácil de entender cómo el Gobierno aceptó en su día esta petición de los catalanes, al poner la mitad de la recaudación del IVA y del IRPF en manos de la Generalitat. Ahora, la generalización del modelo conllevará entregar 23.000 millones de euros a los gobiernos autonómicos (¡Casi cuatro billones de las antiguas pesetas!) a cambio de nada, sin que haya habido una nueva transferencia de competencias administrativas que justifique un trasvase tan enorme de recursos. El Estado tendrá que seguir construyendo las mismas autovías, trenes de alta velocidad y ampliaciones portuarias, con muchos menos ingresos.
Por lo demás, el documento tiene algo de mensaje navideño, al atender al incremento de la población (Cataluña) y también el envejecimiento de la misma (Asturias), y al cobijar bajo el manto del nuevo fondo de convergencia a las regiones que más progresan y al pelotón de las torpes.