La situación creada en Madrid, con el caso del cuerpo autonómico de espías a cuenta de no se sabe quién, amenaza con desestabilizar al PP. Nadie reivindica el trabajo de los agentes secretos, pero la labor esta ahí, como lo demuestran las fotos realizadas al vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, o las pesquisas verificadas en el despacho del ex consejero de Justicia, Alfredo Prada. La presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre, pone la mano en el fuego por sus consejeros, mientras Rajoy encarga a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y a la responsable de organización, Ana Mato, la apertura de una investigación interna para depurar responsabilidades políticas. Ruiz Gallardón, Alfredo Prada y Manuel Cobo denuncian la existencia de una trama parapolicial dedicada al espionaje político. La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid ya se ha puesto a trabajar sobre el asunto.
En este tema, como en los casos de corrupción, y en todo aquello que tenga que ver con actuaciones ilegales de la naturaleza que sea, hay una forma de analizar la cuestión que consiste en meterse de lleno en los hechos e ir atando cabos; pero para hacer un comentario político la perspectiva es otra. Basta leer las declaraciones de los dirigentes madrileños del PP para contemplar que hay dos bandos alineados, con Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón, como principales cabezas de la contienda. Es tan clara la división, entre ambos, como cuando estaba en cuestión la candidatura electoral de Madrid al Congreso de los Diputados.
La batalla en Caja Madrid, cuarto intermediario financiero más importante de España, era hasta ahora mismo el último capítulo de la lucha entre la presidenta de la comunidad y el alcalde de la capital. La guerra de los espías ha venido a sumarse a los desencuentros. Rajoy quiere tomar la iniciativa pero no le va a ser fácil poner orden en el partido. El principal error de Rajoy fue permitir el enfrentamiento público de Aguirre y Gallardón durante estos años. Se trata de los dos dirigentes más conocidos del PP, después del propio Rajoy. Lo sensato hubiera sido tomar cartas en el asunto, pero no lo ha hecho, y ahora salta el caso de los espías, a un mes de elecciones autonómicas, sin que se sepa lo que ocultan debajo de sus gabardinas.