El sector crítico del Partido Popular ha decidido plantar cara a la dirección regional de Ovidio Sánchez, negándose a ceder las riendas de la organización de los congresos locales. Los críticos rechazan los argumentos dados por el aparato del partido sobre las irregularidades en censos y cuotas, para decir que todo es una cortina de humo que oculta el verdadero móvil de la intervención: una operación de castigo por haber apoyado a Juan Morales en el congreso regional. El aparato del partido niega esa interpretación, poniendo como ejemplo el respeto a algunas juntas locales (Mieres o Salas) que dieron su voto a Juan Morales en el congreso.

Para valorar políticamente el conflicto hay que huir de los argumentos en clave administrativa (censos de militantes, aportaciones económicas, funcionamiento interno) que propone la dirección del partido. Es un hecho recurrente la propensión de los aparatos partidarios para dar respuestas burocráticas a problemas políticos. Hay que tomar cierta perspectiva para entender lo que ocurre. El congreso del PP terminó con un partido dividido, como lo demuestra el porcentaje de voto logrado por los dos candidatos (Ovidio Sánchez, 61%; Juan Morales, 38%). La nueva dirección podía haber optado por la estrategia de la integración, pero prefirió iniciar la gestión de su mandato apoyándose en las principales organizaciones locales, preferentemente, Oviedo y Avilés. Ovidio Sánchez es consciente que encabeza un mandato de transición, en el que debe dar el relevo al nuevo líder del partido que será el próximo candidato autonómico.

Para realizar esa operación con éxito hay que reducir el peso de los discrepantes, objetivo que se consigue tomando las riendas de las organizaciones municipales. La meta fijada por la dirección regional es terminar el proceso de los congresos locales con un mapa de juntas locales renovado y en sintonía con el presidente del partido. El inconveniente para el grupo de Ovidio Sánchez es que carece de un buen argumento para llevar a cabo una operación ruidosa y un tanto autoritaria. En política, los planes resultan plausibles en función de la respuesta de los rivales. En este caso, la pretendida uniformidad de la organización asturiana del PP depende de la capacidad de los críticos para desenmascarar los planes del aparato.