Los dirigentes socialistas se encuentran estos días ante un doble reto: dar por buena la subida de impuestos más criticada de toda la etapa democrática y convencernos de las virtudes del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Dentro de ese panorama general, las cuentas asturianas no salen mal paradas aunque conocieron ejercicios más brillantes. Si nos comparamos con otras comunidades del Norte (País Vasco, Cantabria, Galicia y Castilla-León), somos la única en que la inversión cae un 9,2%. Se trata de un dato parcial, que se debe poner en relación con otras variables, como el grado de desarrollo de las infraestructuras pendientes y el dinero invertido en años anteriores. Aún así, hay asuntos muy difíciles de digerir, como la cuantía simbólica de la partida destinada al tramo Unquera-Llanes de la autovía del Cantábrico, en espera de que las empresas constructoras continúen las obras con sus propios recursos para ser luego resarcidas con los Presupuestos de 2011. A nadie puede extrañar que por esa vía se ralenticen o se detengan las obras.
Aunque la discusión sobre las cuentas para el año 2010 se realiza en clave regional, es muy difícil ceñirse a esa perspectiva sin tener en cuenta la dimensión macroeconómica del Presupuesto, con unas previsiones irreales, al contemplar un fuerte incremento de ingresos a la vez que se prevén 300.000 parados más. A partir de unos cálculos optimistas, la ejecución de las cuentas dará lugar a unos deslizamientos tan formidables como los del presente ejercicio, con un aumento del gasto del 20%. Por mucha reserva presupuestaria que haya para determinados proyectos, si la cobertura del desempleo se incrementa, quedarán las inversiones sin realizar.
Ante este cuadro, José Blanco opta por el cierre de filas, recordando a Pedro Solbes y Jordi Sevilla que no se es ministro por méritos propios, sino por voluntad de Zapatero. Un canto al servilismo difícil de aceptar, ya que para cualquier responsabilidad colectiva, pública o privada, hace falta demostrar alguna cualidad más allá de la fidelidad ciega al jefe. Lo más que cabe admitir es que en España hay, hoy día, diversos itinerarios para ser ministro, uno fue el seguido por Solbes y otro el transitado por Blanco. En otros países no se producen esas confusiones, al distinguir entre ministros y escuderos.