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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL CUARTO PARTIDO

Las primeras elecciones en España configuraron un mapa electoral de cuatro partidos, dos grandes, UCD y PSOE, con dos pequeños, PCE y AP. Tras el derrumbe de UCD, Fraga Iribarne prestó su mejor servicio a la derecha agrupando todo el voto que no es de izquierdas bajo el paraguas del PP. El PCE, mutado en IU, sufrió los efectos de la caída del muro de Berlín, y desde entonces la disputa del voto se da entre PSOE y PP, con un puñado de escaños repartido entre un conjunto de pequeños grupos: nacionalistas, regionalistas y de izquierdas. En Asturias, la dinámica hacia el mapa bipartidista se topó con la excepción del alto voto hacia el PCE y posteriormente a IU. Por eso la Junta General del Principado tiene forma de triángulo.

En ese escenario irrumpió una mujer, Rosa Díez, que al sacar un escaño nos hizo memorizar sus siglas: UPyD. El nacimiento del partido se debe a Zapatero que hizo todo lo necesario para excitar a la izquierda jacobina: avalar el “Estatut” y abrir una negociación sin límites con Josu Ternera. Debido a ello, UPyD es más una conciencia que una organización política. Podía haber quedado en un club de opinión, con presencia en los medios, pero prefirió la vía de los votos. Y en eso está. En la actualidad, Rosa Díez, desde un escaño que le da contados minutos de protagonismo, ha escalado a la cima de la consideración popular: es el político mejor valorado en las encuestas. UPyD triplica en expectativas de voto los resultados de hace año y medio, cuando debutó en las elecciones generales. En Asturias, los comicios europeos pusieron a UPyD en el primer plano de actualidad, por su altísimo voto en Oviedo y su magnífico resultado en Gijón, con lo que ha presentado ya las credenciales para ser el cuarto partido de la Junta General del Principado, lo que supondría acabar con la anquilosada correlación de fuerzas de la Cámara autonómica: ni IU sería indispensable ni el PP quedaría forzosamente marginado.

UPyD tiene una composición singular, al ser una formación llena de licenciados superiores que siguen la política desde hace muchos años. Más que una fortaleza, la dimensión intelectual de la militancia contiene el germen de la división interna, ya que cada afiliado puede sufrir el síndrome de secretario general, y así no se cumple la norma de Machado, «que los males unten la flecha, que los buenos tiendan el arco».

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por JUAN NEIRA

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