La denuncia de Álvarez-Cascos contra la Junta Local del PP de Gijón ha provocado consecuencias políticas, con la orden dada por Carlos Argos, secretario del comité nacional de derechos y garantías, a Ovidio Sánchez, para abrir un amplio proceso de investigación que incluya todo tipo de documentos del archivo del PP gijonés, más allá de los relativos a Álvarez-Cascos.
Se puede argüir que un organismo de control y garantías siempre da curso a la denuncia de un militante, pero hay distintas formas de hacerlo. La carta de Carlos Argos da por sobreentendida la solidez de la denuncia del ex ministro y centra el interés en determinar la persona o personas que hayan causado la pérdida de la documentación del partido. Pero lo más relevante es la forma de conducir el asunto al dar instrucciones pormenorizadas a Ovidio Sánchez para que gestione el expediente informativo que pudiera dar paso a las medidas disciplinarias. Carlos Argos no trata la denuncia con rutina y evita que el equipo de Ovidio Sánchez tenga un margen amplio de interpretación. Resulta innecesario añadir que la presidenta del PP de Gijón, Pilar Fernández Pardo, va a gozar de todos los medios para organizar su defensa, ya que sería un error gravísimo transgredir sus derechos como miembro del partido, pero no se trata de un asunto sencillo, como lo prueba la celeridad del máximo órgano de garantías del PP en tomar cartas en el asunto.
Aunque el conflicto entre Álvarez-Cascos y Pilar Fernández Pardo se concentra en lo acaecido con el archivo de la sede gijonesa del PP y la posible negligencia en el deber de custodia, la irrupción del ex ministro en la vida pública asturiana puede tener un alcance mucho más amplio. Dudo mucho que la denuncia de Álvarez-Cascos sea un hecho aislado, o que su artículo de opinión publicado hace diez días en EL COMERCIO sobre la política del Principado con los ríos salmoneros quede en la reflexión de un veterano aficionado a la pesca. Aunque nadie lo haya dicho públicamente, toda la clase política asturiana, empezando por el propio PP y siguiendo por las formaciones de izquierda, barruntan que estamos ante los episodios que preceden al retorno de Álvarez-Cascos a la política.
Coyuntura favorable
Siempre que se planteó la hipótesis de la vuelta del ex ministro los socialistas se mostraron escépticos, porque las biografías enseñan que los regresos son escasos y problemáticos, aunque toda regla general tiene sus excepciones. Como estamos en presencia de un genuino animal político, lo primero que hay que hacer es olvidarse de condicionantes personales y centrarse en analizar la coyuntura política.
Un año de crisis económica profunda, con una fuerte caída del PIB y más de cuatro millones de personas buscando empleo sin encontrarlo, ha fabricado el mejor escenario posible para los candidatos del PP de cualquier circunscripción electoral. Con la mirada puesta en los comicios autonómicos y municipales de 2011 y las elecciones generales de 2012, el panorama es muy tentador para los dirigentes del PP. Los indicadores económicos le hacen el trabajo al partido de la oposición, de modo que los dirigentes del PP sólo tienen que dejarse llevar. El mejor ejemplo es Mariano Rajoy que administra con cuentagotas sus intervenciones públicas, ganando por goleada a Elena Salgado el debate parlamentario de los presupuestos para recomponer el daño sufrido por la forma de gestionar la crisis del PP valenciano.
Cuando faltan veinte meses para la cita municipal y autonómica, sería muy arriesgado afirmar que los socialistas van a ser desalojados del poder, pero sí cabe predecir una mejora generalizada de los resultados del PP. No es cuestión de méritos o errores, sino de coyuntura. El mejor precedente para interpretar electoralmente la actual situación es lo ocurrido en las elecciones de mayo de 1995, la única vez que ganó el PP los comicios autonómicos en Asturias. En la comparecencia nocturna para explicar los resultados, desde la sede central del PP de la calle Génova se mostró ante las cámaras un mapa de España lleno de gaviotas. Las ciudades importantes quedaron en manos de la derecha, con la excepción de Barcelona, La Coruña y Gijón.
Vector de vuelta
El otro punto de referencia de Álvarez-Cascos para volver a la política activa es la posición de la dirección de Rajoy ante su proyección pública. ¿Le interesa a Rajoy el retorno del ex secretario general del partido, ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro de Fomento? La respuesta es un vector producto de fuerzas encontradas.
Álvarez-Cascos ha colaborado con Esperanza Aguirre y tiene una gran sintonía con la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid. Arruinado el capital político de Francisco Camps, la única alternativa al liderazgo de Rajoy reside en Esperanza Aguirre. Desde las últimas elecciones generales, la presidenta la Comunidad Autónoma de Madrid no ha cesado de contrastar con los planteamientos de Rajoy. La actual controversia sobre la presidencia de Caja Madrid es el último ejemplo. Un asunto, dicho sea de paso, en que la razón asiste a Esperanza Aguirre, porque si la intervención de Rajoy se convirtiera en norma, Zapatero escogería el presidente de Cajastur. Otra cosa es que Ignacio González no tenga perfil de banquero.
La prevención de Rajoy ante la vuelta a la política de un potencial aliado de Esperanza Aguirre se contrarresta con la plusvalía electoral que le aportaría Álvarez-Cascos en los comicios asturianos, donde el PP pasó de tener un candidato perdedor a dejar la plaza vacante por desinterés.