>

Blogs

Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA SINGULARIDAD DEL GENERAL

La muerte de Sabino Fernández Campo despierta el recuerdo de la transición, una época sobre la que se han arrojado toneladas de tinta, y que puede ser vista como un evento deportivo sin que estén establecidos los límites de la cancha ni las reglas del juego. De ahí que pudiera pasar cualquier cosa. En unos años marcados por la memoria (el horror a la guerra civil) y el amateurismo de los principales protagonistas, Fernández Campo tenía aprendido su papel, y puso todo su amplísimo conocimiento del Estado al servicio de una idea: el engarce o la convivencia de las Fuerzas Armadas con las instituciones democráticas. El Rey lo ubicó en el sitio idóneo para desarrollar esa tarea: el despacho contiguo al suyo. En aquellos años, la competencia del Rey como jefe supremo de las Fuerzas Armadas venía a ser el principal atributo del monarca y un alivio para la población. Para entender hasta qué punto estaba Sabino en un puesto sensible baste decir que su antecesor en el cargo se llamaba Alfonso Armada.

Fernández Campo venía del bando de los vencedores, pero se llevó muy bien con los vencidos y sus herederos, especialmente con Felipe González, del que siempre apreció el exquisito trato que tuvo con don Juan Carlos. En los años de la transición, hubo altos jefes militares que prestaron importantísimos servicios a la democracia, como Gutiérrez Mellado, o el teniente general Gabeiras que impidió al general Armada abandonar su despacho la velada de la asonada militar, o como el teniente general Quintana Lacaci, que desde Madrid se jugó el tipo dando apoyo al Rey en el 23-F. La diferencia de Fernández Campo con los anteriores es que tenía una sólida formación académica y un amplio conocimiento de la Administración militar y de la Administración civil, de modo que cuando vestía el uniforme pensaba como un funcionario civil y cuando usaba el terno de los paisanos no olvidaba la voz de mando militar. El prototipo de un sabio consejero.

Fernández Campo puso formas y estilos a una manera de moderar la Nación que no estaba escrita en las leyes ni contaba con modelos. Más tarde, cuando ya estaba retirado y aliviado de cargos, fue crítico con algunas cosas de Aznar y con muchas de Zapatero. Pero siempre entendió que el pasado es una hipoteca: hay cosas que puede decir un político lenguaraz que le están vedadas a un hombre de Estado.

Temas

por JUAN NEIRA

Sobre el autor