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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA LEYENDA DEL PERSONAJE

La figura de Sabino Fernández Campo, como la de todos los hombres con una gran proyección pública, puede entenderse a través de lo que se escribe u opina del personaje. Desde el conocimiento de su muerte se ha producido una catarata de comentarios, con un denominador común, al destacar los silencios del general y el papel relevante jugado en el 23-F. El resto de la biografía de Sabino Fernández Campo quedó en un segundo lugar, porque todo el mundo se centró en el hermetismo del que fuera jefe de la Casa del Rey y en su decisiva mediación para desbaratar el golpe de Estado. Dos rasgos que todos los comentaristas juntan en uno solo: el silencio del general sobre lo que ocurrió en el Palacio de la Zarzuela durante las dramáticas horas en que estaban los diputados secuestrados por los guardias civiles de Tejero.

El hermetismo de Sabino Fernández Campo no fue tal, porque la gente que tenía interés en conocer sus opiniones supo de los recelos sobre el proceder de Aznar o las críticas hacia algunas actuaciones de Zapatero, como las reformas estatuarias o la negociación con ETA. Bien es cierto que no hablaba tanto como un ministro, pero un colaborador o consejero no es tan locuaz como un político con cargo ejecutivo.
Puestos a hablar de silencios, no creo que Suárez, González o Aznar hayan contando nada de lo que hicieron o supieron cuando eran presidentes, más allá de las actuaciones de la agenda oficial, convertidas diariamente en crónica de papel. Aún es hoy el día que ignoramos la razón concreta que hizo a Suárez tirar la toalla, y no tenemos información sobre el conocimiento que tenía González de las andanzas de Damborenea, ni Aznar nos explicó qué le ofrecieron a cambio para dar la espalda a un presidente francés de derechas (Chirac) y hacerse socio de Rumsfeld y Cheney.

La obsesión por los detalles de la noche del 23-F hace que los árboles impidan ver el bosque. El asunto viene de antiguo con las especulaciones sobre la figura del “elefante”. Me parece que lo más importante es de dominio público: la sorpresa del golpe, la larga y compleja negociación desde La Zarzuela para aislar a los golpistas y el gran servicio público prestado en aquella jornada por el Rey y el general Fernández Campo.

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por JUAN NEIRA

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