Gran tensión en el Partido Popular. El partido de la oposición se ha olvidado de la crisis económica y del Gobierno para mirar hacia al interior de su propia organización. Ricardo Costa, el dirigente valenciano aficionado a los coches exclusivos, los trajes imposibles y las raciones de caviar, ha sido suspendido de militancia por la dirección nacional del PP. Ricardo Costa hizo una declaración como secretario general de los populares valencianos y un rato más tarde fue fulminado desde Madrid. Francisco Camps manifestó que acata la decisión tomada desde la sede de Génova, pero considera que Costa goza de un gran respeto por parte de toda la organización valenciana del PP. José María Aznar se sumó al coro de declaraciones, recomendando un partido, un proyecto, un líder; aunque no aclaró la aplicación de la receta para el PP, dejó en el aire la posibilidad de que su partido no se esté comportando como tal, y que carezca de proyecto y de liderazgo. Mientras tanto, Manuel Pizarro, diputado y ex presidente de Endesa, considera que Rato podría ser un excelente presidente de Caja Madrid y del Gobierno de España. Ante tal estado de cosas, Juan Vicente Herrera amenaza con no presentarse a la reelección, como presidente de Castilla y León, en las elecciones de 2011.
Hacía tiempo que no estaban tan revueltas las filas del PP. El mes de octubre ha sido tremendo para Rajoy que volvió a ver su liderazgo cuestionado, sumándose al caso Gürtel distintos conflictos, alguno de ellos de gran calado como la lucha por la presidencia de Caja Madrid, que ha vuelto a tensar al máximo las relaciones entre Rajoy y Esperanza Aguirre. El presidente del PP promete en la reunión del Comité Ejecutivo, del próximo martes, resolver todos los conflictos. Hacer gala de idiosincrasia gallega, distanciándose de los problemas con rictus de escepticismo, sería una estrategia inútil cuando todos los barones del partido se han puesto a discutir a gritos.
Hay asuntos muy difíciles de enderezar, como el que afecta a la Comunidad Valenciana, porque desde la propia organización se ha empezado a cuestionar a Francisco Camps. Pero por encima de cualquier otra consideración, Rajoy tiene que meditar entre la disciplina del PP, bajo el liderazgo de Aznar, y esta especie de virus ácrata que afecta a un partido con excelentes perspectivas electorales.