La IV Conferencia de Presidentes tiene lugar hoy entre la indiferencia de la opinión pública. La cumbre de Zapatero con los líderes autonómicos no ha merecido reuniones preparatorias de trabajo ni ningún líder político ha hecho manifestaciones en vísperas de la cita. El tratamiento oficial de la reunión es el propio de un trámite administrativo rutinario, como si en la Conferencia de Presidentes no pudieran tomarse decisiones importantes o fuese imposible suscribir una declaración conjunta sobre temas de interés.

IU pide que la reunión vaya más allá de la foto habitual. Tiene toda la razón, porque en las conferencias celebradas hasta ahora primó la escenografía política sobre la sustancia. En la I Conferencia de Presidentes se difundieron muchas fotos con Ibarretxe y Maragall hablando con Zapatero y el Rey, como si estuviésemos en plena guerra fría, en la que las fotos de americanos y rusos comiendo juntos constituían una primicia. De todas las convocatorias realizadas hasta ahora la única con verdadera enjundia fue la dedicada a la financiación de la Sanidad, aunque el asunto se resolvió con poco debate y mucho dinero, al poner Zapatero sobre la mesa 5.000 millones de euros. ¡Cómo se tiraba el dinero oficial en los tiempos en que se construían 800.000 viviendas al año!

Zapatero inventó el formato de la cita de presidentes de forma transitoria hasta que el Senado se conviertiera en Cámara territorial. La reforma de la Constitución y de la Cámara alta se iba a realizar en la pasada legislatura. Aparcadas las grandes reformas institucionales en la agenda política, la Conferencia de Presidentes languidece, desprovista de ambición y sentido. Joaquín Aréstegui señala que no es de recibo conocer el orden del día en vísperas de la reunión, y tiene toda la razón. Ninguna cita multilateral resulta fructífera sin un trabajo intenso en las semanas o meses anteriores a la celebración. Mucho más si la cumbre queda reducida a una sola jornada. Por todo ello, las conferencias de presidentes en vez de ser un foro para tratar problemas territoriales se han convertido en un nuevo ámbito de discusión entre el PSOE y el PP. Y sin embargo, hay muchas cosas que deberían acordar el Estado y las comunidades, porque no se puede hacer política económica desde el Gobierno cuando sólo se gestiona el 25% del gasto público.