En la última Conferencia de Presidentes se discutió sobre economía verde, un tema que siempre acaba en fiscalidad verde: pagar por contaminar. El Gobierno central está dispuesto a impulsarla, aunque es consciente de que no aporta grandes ingresos, pero permite penalizar a las empresas más sucias y primar a los sistemas de producción más limpios. En uno de los informes de la OCDE también se especula con el traslado de la carga fiscal del trabajo a la economía verde. Los técnicos de la OCDE saben mucho, pero no logro imaginar qué método se puede aplicar para realizar ese formidable cambio de bases imponibles. El Gobierno aclara que la fiscalidad verde no dañará la competitividad empresarial. Para que todo el mundo entienda que la apuesta por la economía verde va en serio, el Gobierno anuncia que en el tercer plan de inversión local, a desarrollar en el año 2010, las inversiones medioambientales tendrán mucho mayor importancia que en el plan que se está tramitando, donde alcanzan los 1.120 millones.
Lo primero que tiene que decidir el Gobierno es el fin que busca con la implantación de nuevos tributos. Si se quiere reducir el déficit público, la fiscalidad verde sirve para muy poco, mejor ir pensando en el IRPF, IVA o Impuestos Especiales: subir el gravamen a los contribuyentes que ganan más de 25.000 euros, aumentar el IVA en otro punto, o hacer más cara la gasolina, las bebidas alcohólicas o el tabaco. Todas estas medidas, sin excepción, tienen efectos contraproducentes en el consumo y en algunos casos en las economías de las empresas y el empleo. Hay que sopesar ventajas e inconvenientes.
Con la fiscalidad verde se anima a las industrias a implantar procesos productivos más limpios, pero también se crea una carga de difícil de llevar para empresas que no pasan por su mejor época. Creo que la mejora medioambiental en los procesos de fabricación será mucho más efectiva si funciona el mercado del CO2, donde los derechos de contaminación se obtienen mediante pago. Añadir impuestos al mercado de humos puede ser un error. El Principado tiene que estar muy vigilante, porque las ventajas obtenidas hasta ahora por las empresas del acero, cemento o celulosa pueden perderse con la religión de lo verde. A ver si nos aclaramos: la mayor contribución al medio ambiente desde que empezó la crisis es la apuesta por el coche eléctrico.