La dirección del PP regional quiere que se suspenda el próximo viaje oficial del Principado a América porque resulta contradictorio gastar 600.000 euros en época de crisis. No consta que los gobiernos de otras comunidades autónomas hayan limitado el envío de delegaciones al extranjero. La propuesta del PP se sustenta también en un segundo argumento: viajar a Cuba es incompatible con hacer negocios; el viaje a la isla más grande de las Antillas sólo puede estar motivado por «otro tipo de relaciones gratificantes».

En el terreno de la política la iniciativa de Ovidio Sánchez presenta varios inconvenientes. El más grave de todos proviene de confundir a adversarios con amigos, provocando agravios entre las propias filas. Me explico. Los más beneficiados con los viajes oficiales a otros países son los empresarios que pueden aumentar la cartera de clientes. Es muy complicado para un partido de centro-derecha criticar al Gobierno por realizar un viaje que incluye una delegación comercial de las grandes empresas asturianas. La propuesta estaba destinada a suscitar un conflicto, máxime cuando se creaba una incompatibilidad en el binomio ‘Cuba-Viaje de Trabajo’. Así fue. Los principales dirigentes de Fade y treinta empresas asturianas afearon la iniciativa del PP que les dejaba en una posición desairada. El fondo de la argumentación del empresariado es muy simple: bastantes motivos tiene el partido de la oposición para discrepar con el Principado, como para tener que escoger uno que les involucra a ellos.

Hay otros puntos débiles en la crítica de Ovidio Sánchez, porque la participación de diputados del PP en los viajes oficiales es una pauta habitual. Pedir, como hizo el presidente del PP, que los empresarios paguen su billete remite a pedir explicaciones por el gratis total de los miembros de su grupo parlamentario. ¿El billete hasta la plaza de Tiananmen, en el verano de 2005, originó algún desembolso a Ovidio Sánchez? ¿En qué categoría cabría inscribir ese viaje, trabajo u ocio? Queda, por último, considerar que la propuesta de suspender los viajes al extranjero no se basa en ninguna política del PP a escala nacional, ni tiene el aval de lo que se hace en otras comunidades autónomas gobernadas por ese partido.

Si se quiere buscar un objetivo racional a la propuesta de Ovidio Sánchez hay que olvidarse de la crisis económica, de Cuba y de los empresarios, y pensar en clave electoral. El voto de la emigración constituye el principal escollo del PP para ganar los comicios en Asturias. En las últimas elecciones generales, celebradas en marzo de 2008, el llamado censo de residentes ausentes estaba nutrido por 67.423 electores, que en un 65% se decantaron por la candidatura socialista. Un año antes, en las últimas elecciones autonómicas, el voto de la emigración marcó la distancia entre el PSOE y el PP. Aunque el censo del exterior no llega a representar el 7% de todo el cuerpo electoral, provoca las mayores diferencias de votos entre los dos partidos.

El equipo de Ovidio Sánchez quiere solucionar ese problema y ya ha tomado iniciativas imaginativas, como la prevista para el próximo 20 de junio en el Centro Asturiano de Buenos Aires: comida, gaita y baile para 2.000 personas. Así se hace política, no cabe engañarse. La preocupación del PP por las posibles consecuencias electorales de los viajes de trabajo del Principado son fáciles de entender, pero la solución no puede pasar por decretar el aislamiento e impedir el desplazamiento de una delegación del Principado a cuatro países de América. En todo caso, la actitud tiene que ser otra: implicarse más en los viajes y ampliar las relaciones con las colonias de asturianos en esos países.

Lo que no resulta entendible es que la preocupación del PP asturiano por los votos (la única razón política para cargar contra los viajes oficiales) le lleve a chocar con una de las principales referencias sociales de un partido de centro-derecha: el empresariado. La defensa del libre mercado, la iniciativa privada y la baja fiscalidad están en el frontispicio de todos los partidos del espectro ideológico de la derecha. Esos valores y esa forma de entender el progreso la encarna el empresariado. Criticar a los empresarios y poner en solfa su participación en los viajes de trabajo del Principado es profundamente incoherente.

Lo más llamativo del asunto es que no es la primera vez que el grupo de Ovidio Sánchez choca con los intereses de las empresas asturianas. Hace unas semanas, se unía a los leoneses para poner trabas a la línea de alta tensión Sama-Velilla, una infraestructura clave para la gran industria asturiana. En el pasado otoño, se refirió a las subvenciones recibidas por la DuPont y las deslocalizaciones de sus plantas industriales, un asunto recurrente en el discurso del líder del PP, al que ya dedicó atención en el año 2000. Con motivo de la concertación social, también discrepó de la patronal. En el pasado verano, cuando se discutió la sostenibilidad de la sanidad pública asturiana, la postura del grupo del PP fue advertir sobre los peligrosos planes de privatización del Gobierno de Areces.

La dirección del PP asturiano lleva a cabo una estrategia extraña que pasa por identificarse con los sindicatos mineros y hacer chanzas sobre las gestiones de nuestros empresarios en Cuba, un país que tiene en España su principal inversor. La forma de hacer política de Ovidio Sánchez se basa en confiar en los potenciales éxitos de Mariano Rajoy, ante la incapacidad para sumar argumentos desde Asturias.