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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA FACTURA ECOLÓGICA

El gerente de Cogersa, Santiago Fernández, reconoce el gran incremento de costes que suponen los nuevos métodos de tratamiento de residuos, que comprenden las plantas de incineración y reciclaje, así como los procesos de biometanización. La inversión en la incineradora obliga a desembolsar 250 millones de euros. La valorización energética es un procedimiento caro, tal como han señalado todos los colectivos que luchan contra la incineradora, a la que relacionan con amenazas para la salud y con un derroche económico. Más desconocido es que el resto de procesos de aprovechamiento de basuras también incorporan un alto coste. Entre las inversiones de Cogersa figura una planta de reciclaje que supone una inversión de 90 millones de euros, un 36% de lo que cuesta la incineradora, con la diferencia de dejar una parte importante de residuos sin poder tratar. A esa parte de basuras se denomina, “fracción resto”, y en muchos procesos de reciclaje alcanza el 50% del material, con lo que habrá que apilarlo en el vertedero o quemarlo.

No hace falta ser un especialista en tratamiento de residuos para comprender que lo más barato es echar la basura a un vertedero y olvidarse de otras consideraciones medioambientales, como se hacía hace veinte años. La conciencia ecológica ha cambiado en las sociedades avanzadas y no es de recibo ocupar valles con vertidos de todo tipo que quedan apilados de forma permanente. Las alternativas al vertedero pasan por hacer importantes inversiones industriales y afrontar la transformación de residuos. En el caso de Cogersa, con la incineradora, el reciclaje y la biometanización, se quintuplicarán los costes del vertedero. Esa factura tendrá a los ayuntamientos como destinatarios, y al final repercutirá en las economías domésticas, que pagarán más tributos. En todas las regiones ocurre lo mismo.

En los países avanzados cambiar de coche supone dos costes, uno asociado al vehículo nuevo y el otro relacionado con el paso del coche antiguo por un centro de reciclado y descontaminación. No se pueden dejar los residuos en las calles o en los valles. Asumir esos costes es una tarea ineludible, porque en una sociedad en la que cada familia genera una tonelada de residuos anuales, y en un mundo cada vez más poblado, hay que evitar comportamientos colectivos que evoquen el síndrome de Diógenes.

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por JUAN NEIRA

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