El ministro de Fomento, José Blanco, asegura que la construcción de las líneas de alta velocidad será la gran prioridad del Gobierno, ante el obligado recorte de las inversiones. Por su parte, el delegado del Gobierno, Antonio Trevín, y Jesús Gutiérrez, número dos de la FSA, afirman que las infraestructuras en ejecución se desarrollarán normalmente.
La actuación más importante de todas las que se realizan en Asturias es la línea de AVE entre Madrid y Gijón. La autovía del Cantábrico no tiene menor interés, pero como está tan avanzada no peligra su finalización. Lo mismo cabe decir de la ampliación de El Musel, que concluirá a finales del presente año. La preferencia ministerial por la alta velocidad favorece los intereses asturianos, porque aunque las inversiones realizadas en los túneles de Pajares fueron enormes, queda otro tanto por invertir en el trazado de la línea de Lena a Gijón. Si las palabras de José Blanco y las afirmaciones de Trevín y Gutiérrez se cumplieran, podríamos dormir tranquilos, porque en una época de ajustes presupuestarios extraordinarios (50.000 millones de euros en tres años) las grandes infraestructuras asturianas seguirían avanzando con normalidad. De hacer caso a los dirigentes socialistas, sólo el tercer carril de la autopista Y, la vía de La Espina a Ponferrada y los túneles de El Fito quedarían descartados.
Me inclino a pensar que no será eso lo que va a suceder. El sentido común dice lo contrario. Si en toda España se sitúa a la alta velocidad como prioridad absoluta y se mantiene el ritmo de ejecución en las infraestructuras que se están construyendo, la mayor parte del presupuesto de Fomento quedaría libre de recortes. Aquí, en Asturias, no nos enteraríamos, porque la autopista Y tiene en la AS-II un complemento perfecto, que sigue infrautilizado, el túnel del Fito sólo está en la imaginación de los redactores del programa electoral socialista, y la vía de La Espina a Ponferrada puede esperar tres o cuatro décadas porque no pasan por ese trayecto ni 2.000 coches al día. De tanto hablar, retóricamente, de sacrificios y esfuerzos colectivos, nos acabamos engañando, como si los recortes del Gobierno no fueran con nosotros. La contención del déficit público es incompatible con el mantenimiento del ritmo de inversión en infraestructuras, en unos meses se verá más claro.