La cumbre entre la UE y Marruecos versa sobre las relaciones de los Veintisiete con el nuevo aliado, al que hace año y medio se le concedió un régimen especial, al aprobar el ‘Estatuto Avanzado UE-Marruecos’. En ese marco se desarrolla un diálogo bilateral que tiene como protagonistas a España y Marruecos. Son dos problemáticas distintas, porque la UE quiere hablar de asuntos económicos, mientras que la relación entre España y Marruecos se desenvuelve sobre el telón de fondo de los problemas de soberanía, con el Sáhara sobre la mesa y Ceuta y Melilla por debajo de ella. El formato de la cumbre no distingue entre las relaciones generales de la UE y las particulares entre España y el reino alauí, por lo que se mezclan los mensajes.
Aún está reciente la huelga de hambre de Aminatu Haidar para dejar que transcurra la cumbre sin hablar del problema del Sáhara, pese a que cuando se redactó el ‘Estatuto Avanzado UE-Marruecos’ no se hizo mención al problema. La UE pidió a los representantes del Gobierno marroquí que respeten los derechos humanos en el Sáhara, mientras que los ministros de Mohamed VI manifestaron su intención de dar autonomía a ese territorio. Llama la atención que la UE se preocupe por los derechos humanos del pueblo saharahui y dé por respetados los del pueblo marroquí.
Para Marruecos, la relación con la UE es suficientemente satisfactoria a partir del Estatuto Avanzado que recuerda, aunque muy mejorado, al Acuerdo Preferencial que obtuvo España con la Europa comunitaria en el año 1970. El primer fruto de la alianza ha sido el acuerdo agrícola y pesquero, que le coloca en una situación mucho más favorable que hasta ahora. La aspiración de Mohamed VI no puede ser la adhesión de Marruecos a la UE, porque le generaría problemas políticos e ideológicos, al tener que poner fin a su política de permanente ambigüedad con los postulados ideológicos de las democracias occidentales. Hay otra razón de carácter económico que complica la adhesión de Marruecos a la UE. No hay otra frontera del mundo donde la diferencia de renta sea tan grande como entre España y Marruecos. Es un salto de diez a uno. Dadas las diferencias políticas e ideológicas y la asimetría económica, el marco más estable es el ya alcanzado, que implica centrarse en algunas mercancías y olvidar algunos derechos