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Juan Neira

LARGO DE CAFE

VACÍA DE CONTENIDO

La presidencia rotatoria de Zapatero en la Unión Europea (UE) está próxima a llegar a la mitad del mandato. Se había anunciado con gran oropel, como si fuéramos a vivir un tiempo mágico de decisiones trascendentes y beneficiosas para España y el mundo mundial: la conjunción astral de Leire Pajín. Ahora, cuando está a punto de cumplirse el primer trimestre del semestre presidencial, no se ven los réditos de la gestión europea de Zapatero. Ni la UE ha conocido un nuevo impulso ni los problemas de España relacionados con la UE han mejorado. Tras fracasar la entrevista de Obama y Zapatero, la presidencia española sólo sirve para recargar el protocolo.

La decepción que se palpa en el ambiente no debe atribuirse a las gestiones de Zapatero sino a las expectativas levantadas. Nada autorizaba a pensar que sería distinto, pero el Gobierno aprovechó el turno europeo de Zapatero para tratar de obtener brillo en el exterior, ante la erosión que produce el aumento mensual del desempleo. El PP ayudó a crear el espejismo de la poderosa presidencia europea para pedirle cuentas a Zapatero al final del mandato.

Tras el Tratado de Lisboa, la presidencia rotatoria es un puro ornamento. La UE ya tiene un presidente y un ministro de Asuntos Exteriores, como tiene una Comisión Europea, un Consejo Europeo y un Parlamento. La presidencia semestral de los estados miembros, personalizada en la figura de los presidentes de los respectivos gobiernos, no tiene otra dimensión que vaya más allá del protocolo. Es absurdo pedirle cuentas a Zapatero, porque no tiene poder para hacer nada. Decir lo contrario es jugar a mantener la ficción, como si la UE tuviese todavía sin completar su andamiaje institucional.

A Zapatero hay que exigirle lo mismo que hace un año: la definición de las alianzas de España dentro de la UE. Con Felipe González, España trataba de incorporarse al eje franco-alemán. Aznar, tras la cita de Las Azores, buscó una alianza con Inglaterra y los países del Este frente a la ‘vieja Europa’. Podían ser estrategias acertadas o equivocadas, pero estaba claro a qué jugábamos. Ahora hay una gran indefinición, porque estamos en todos los sitios y en ninguno, compartiendo criterios con Berlín y Atenas. Con un déficit público del 11,4% sobre el PIB pedimos sanciones económicas para los países que incumplan el programa de estabilidad.

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por JUAN NEIRA

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marzo 2010
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