Aunque los principales partidos escogen formalmente sus candidatos electorales en otoño, el nombre de los elegidos se decide mucho antes. A los líderes de los grupos les gusta decir que ‘marcan los tiempos’, pero lo único que logran es retrasar el reconocimiento oficial de los candidatos. Todo el mundo sabe quiénes van a ser, aunque no hayan sido ungidos por el sanedrín del partido.
En el caso del PP asturiano se ha producido un movimiento de cuadros del partido, en el que se encuentran los doce alcaldes del PP, proponiendo la candidatura de Álvarez-Cascos a la Presidencia del Principado. Se trata de un hecho imprevisto, ya que en el PP regional no había ni rastro de debate sobre posibles candidatos. La única excepción la protagonizó Joaquín Aréstegui, portavoz en la Junta General del Principado, que osó hace un año mostrarse dispuesto para asumir esa responsabilidad, y rápidamente los mandamases del partido dijeron que se trataba de un ofrecimiento inoportuno.
Ausencia de nombres
Es curioso que desde el último congreso del PP regional -otoño de 2008- no se hubiesen barajado posibles candidatos. Ni la dirección nacional dio alguna pista ni el equipo de Ovidio Sánchez pronunció una palabra. Es oportuno subrayar esta circunstancia, porque hay un profundo contraste entre el sentir de la masa de votantes del PP asturiano, desesperados tras tantas contiendas electorales libradas en clave de derrota por falta de ambición de los candidatos, y la laxitud de la dirección regional, que ve cómo la legislatura se encamina a su fin sin buscar un recambio para Ovidio Sánchez.
La apatía de la dirección regional facilitó el intento de los seguidores de Álvarez-Cascos para aupar al ex ministro al estatus de aspirante al Principado. Si Ovidio Sánchez hubiese pactado con el equipo de Mariano Rajoy algún nombre, probablemente los seguidores del ex ministro de Fomento no se hubieran animado a emprender la campaña de búsqueda de apoyos. En política, como enseña la física al estudiar el comportamiento de los gases, todo espacio vacío tiende a ser ocupado.
La candidatura de Álvarez-Cascos, apoyada por ediles y dirigentes locales, en cualquier partido sería recibida con entusiasmo, porque supone un claro avance con respecto a la oferta electoral del PP de las pasadas legislaturas. Sin embargo, Mariano Rajoy se limitó a decir que algo había leído en los periódicos, mientras que, a escala regional, Ovidio Sánchez se limitó a mostrarse encantando, pero sin anunciar ninguna entrevista con el ex ministro ni declararse dispuesto a recibir a los promotores de la candidatura electoral.
La vuelta de Álvarez-Cascos a la política, recibida con entusiasmo por los seguidores y votantes del PP, provoca perceptibles resistencias en el interior del partido. En el equipo de Mariano Rajoy despierta recelos. El presidente del PP se encuentra muy cómodo con el alejamiento de la política de los ministros de Aznar. Hay excepciones, como Cristóbal Montoro, pero basta escuchar las intervenciones del actual portavoz de Economía para darse cuenta de su endeblez, ahora que no está respaldado por los informes de la Administración. Federico Trillo es un político amortizado, que sirve para decorar el PP valenciano. Mayor Oreja está en Europa. En cuanto a Rodrigo Rato, Rajoy sólo recurrió a él para detener los planes que tenía Esperanza Aguirre para Caja Madrid. En el entorno de Rajoy sólo hay un ministro de Aznar con peso político, Javier Arenas. Una excepción, al igual que Rubalcaba es el único ‘felipista’ en el equipo de Zapatero.
Recelos
Álvarez-Cascos despierta recelos porque es un animal político, con predicamento entre el aparato profundo de Génova, buenas relaciones con Aznar, y estrechamente ligado a Esperanza Aguirre. En el caso de convertirse en barón autonómico haría oír su voz sobre la política nacional. Dadas las excelentes relaciones con Núñez Feijóo podría contar el Noroeste con un discurso común dentro del PP. Llegados a este punto es preciso advertir una particularidad de la política española. Una vez que los presidentes del Gobierno cuentan con aliados -coyunturales o estables- para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, la verdadera resistencia a las políticas del Gobierno central se localiza en los gobiernos autonómicos. La profundidad de la crisis económica permite a Rajoy pensar que dentro de dos años gobernará en España, pero es distinto ejercer con presidentes autonómicos de bajo perfil a hacerlo con políticos de su talla. Bastantes quebraderos de cabeza le provoca Esperanza Aguirre, como para tener que enfrentarse al tándem Aguirre-Cascos.
En Asturias, las resistencias a Álvarez-Cascos provienen de juntas locales cuyos presidentes tienen unas malas relaciones personales con el ex ministro. Se trata de un conjunto disperso de organizaciones, cuyos líderes no tienen sintonía política entre sí, y sólo están unidos por el miedo al desembarco de Álvarez-Cascos. Otro foco de resistencia, más matizado, se encuentra en el entorno de Ovidio Sánchez, que tiene su cuota de poder en el grupo parlamentario.
Para solventar estos escollos es preciso negociar. La clave está en las listas electorales, porque las juntas locales pretenderán colocar algún representante en el grupo parlamentario y Álvarez-Cascos querrá tener gente de su confianza en las candidaturas municipales de Gijón y Avilés. Frente a todos ellos estará la candidatura socialista, que, olvidadas las divisiones de hace una década, se presentará como un partido sólidamente unido.